“Actualmente, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, por lo que lograr que nuestras ciudades sean más seguras es un reto a largo plazo que podemos alcanzar… así, la resiliencia y la reducción del riesgo de desastres deben formar parte del diseño y estrategias urbanas para lograr un desarrollo sostenible”.
Con estas palabras comienza el manual que para líderes de los gobiernos locales ha elaborado Naciones Unidas a fin de desarrollar ciudades más resilientes, mejor preparadas ante los riesgos que la acechan, dentro de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (UNISDR), y la correspondiente campaña mundial de difusión 2010-2015.
Este manual ha de proporcionar a los distintos regidores del mundo un marco genérico para la reducción de riesgos y la identificación de buenas prácticas y herramientas ya experimentadas, y para ello crea este foro para el intercambio de conocimientos.
Captura de la web de UNISDR. FUENTE: unisdr.org
Pero para saber en qué situación está cada ciudad, el citado manual desglosa una lista de comprobación con 10 aspectos básicos, con los que se podrá establecer el nivel o estatus en que se hallan cada una de las ciudades que quieran adherirse al programa, o que simplemente quieran conocer en qué posición se encuentran ante la prevención e intervención frente a riesgos.
De manera resumida, los 10 aspectos esenciales para lograr ciudades resilientes son:
Mi ciudad está organizada y coordinada: Desde cómo debe participar la sociedad civil, al conocimiento de cúal es el papel que cada departamento municipal debe jugar.
Mi ciudad asigna un presupuesto a la reducción del riesgo de desastres y ofrece incentivos a los distintos agentes sociales para ello.
Mi ciudad mantiene información actualizada y pública sobre las amenazas y vulnerabilidades de la que es presa, elaborando evaluaciones de riesgo y utilizándola como base para sus planes y decisiones relativas al desarrollo urbano.
Mi ciudad invierte en infraestructuras para reducir el riesgo, ajustándolas incluso al cambio climático.
Mi ciudad ha evaluado la seguridad de sus instalaciones educativas y de salud, mejorándola cuando es necesario.
Mi ciudad aplica sus reglamentos de construcción y de planificación del uso del suelo en cuanto a los aspectos relativos al riesgo, identificando terrenos seguros y, cuando sea factible, modernizando los asentamientos informales.
Mi ciudad lleva a cabo programas educativos, de sensibilización y capacitación, sobre la reducción de riesgos.
Mi ciudad protege las zonas naturales de amortiguación frente a riesgos.
Mi ciudad tiene establecidos sistemas de alerta temprana y desarrolla capacidades para la gestión de emergencias a través de simulacros regulares.
Mi ciudad, tras un desastre, atiende de manera prioritaria a los damnificados, ofertando la reconstrucción de sus hogares y medios de sustento.
Con estas simples propuestas, cada ciudadano, en el derecho que tiene de exigir a sus gobernantes que gestionen bien sus intereses, pero también en el deber que tiene de participar en el beneficio de su comunidad, pueden en apenas unos minutos fijar en qué situación se encuentra su ciudad respecto a la reducción de riesgos de desastres, algo a lo que desde estas líneas invitamos y caso de observar deficiencias en su ciudad lo haga saber a sus regidores.
Y si tus inquietudes te llevan más allá, entre el 7 de noviembre y el 9 de diciembre del presente se celebrará en Panamá el I Curso Taller Internacional sobre Gestión de Riesgos de Desastres y Promoción del Desarrollo Sostenible en los Gobiernos Locales, auspiciado por la UIM (Unión Iberoamericana de Municipalistas) y la propia Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.
Para más información sobre el Manual se puede consultar la página web www.unisdr.org/campaign y hacer cuantas sugerencias se consideren oportunas a isdr-campaign@un.org. Mientras que si lo que quieres es informarte sobre el curso lo puedes hacer en www.uimunicipalistas.org
Hace unos días, todo el equipo de GRarquitectos nos embarcamos en una excursión para conocer un poco mejor los límites del Plan Especial de La Alhambra. Salimos desde Plaza Nueva, subiendo por la Calle Santa Ana. Nuestro guía-compañero Gabriel nos fue adentrando por un paisaje de calles estrechas que se abrían en miradas al Albaicín, mostrando la magia de la ladera noroeste de La Alhambra.
En el trascurso del camino nos hablaba del Plan Especial: de los tipos de equipamientos planteados, de la necesaria rehabilitación de zonas deterioradas, de la importancia de algunas construcciones…
La visita continuaba bordeando La Alhambra en su base: atravesando la Cuesta de Gomérez y adentrándonos en el Barrio del Realejo. En esta parte de la excursión pudimos apreciar como los espacios libres de la trama urbana, a pesar de tener una escala mucho menor que en otras zonas de la ciudad, adquieren un carácter único, como ocurre en El Lavadero de la Puerta del Sol, donde disfrutamos de una vista increíble de la ciudad.
Siguiendo calles de trazado sinuoso llegamos al Barranco del Abogado, donde pudimos apreciar las oportunidades que brinda este borde de la ciudad, trabajadas en el Plan Especial. Estas calles, acompañadas en su curso por “muretes”, te permiten sentarte a mirar disfrutando de vistas maravillosas.
Desde este punto, la excursión cambió de paisaje, pasando de la trama urbana al entorno de La Alhambra. En el trascurso del camino nos mostró un mirador “escondido” tras el Camino Viejo del Cementerio, en el que el paisaje te cautivaba.
La siguiente parada fue el Cementerio de San José. Lo fuimos atravesando disfrutando de la monumentalidad de sus criptas, hasta alcanzar la intervención en las ruinas del Palacio de Los Alixares, de gran sensibilidad. Tengo que confesar que me enamoró este tesoro escondido para los sentidos, un remanso de paz protegido por muros.
Tras disfrutar de esta parada, nos adentramos en el Parque Periurbano Dehesa del Generalife, siguiendo una ruta en la que el agua era la protagonista. Nos explicó como llevaban el agua al Palacio de Los Alixares y a los edificios situados por encima de La Alhambra. Como, trabajando con la presión del agua, a través de acequias, galerías subterráneas, norias, pozos y albercas, se obtenían paraísos vegetales.
El primer alto en el camino fue en el Albercón del Negro, seguido por una subida al Aljibe de La Lluvia. Aquí paramos para desayunar y recuperar fuerzas. Después bajamos hasta el punto en el que La Acequia de Los Arquillos se adentra en el terreno, 60 m por debajo de Los Pozos Altos, una magnífica obra de ingeniaría de época nazarí.
La ruta continuó con el disfrute del Mirador de La Silla del Moro, en el que el paisaje, coronado por la Abadía del Sacromonte, te atrapaba.
Seguimos nuestro camino con las ruinas del Palacio de Dar al-Arusa hasta terminar en La Silla del Moro, antigua construcción de vigilancia del Generalife, hoy restaurada.
La excursión se acercaba a su fin. El descenso lo hicimos por el monte de La Alhambra, rodeados de una frondosa vegetación, hasta alcanzar el Camino de La Fuente del Avellano, acompañados por el discurrir del agua de la Acequia del Generalife.
Como colofón final acabamos visitando el Bañuelo, lugar que merece la pena ver y que muchos no conocíamos. ¡¡Qué mejor manera de terminar esta excursión, en la que la protagonista, como tantas veces ocurre en Granada, había sido el agua!!
Sin embargo, la convivencia no terminó en este punto, sino en un restaurante con encanto de Gójar en el que disfrutamos de un delicioso cordero. En todas estas horas disfrutadas con mis compañeros, me he sentido parte integrante de la gran familia que es GR.
Los vacíos en la ciudad histórica llevan aparejado el riesgo de ser considerados meros contenedores, singulares oportunidades para la creación de nuevos tejidos urbanos. En general, esto es lo que pueden llegar a significar en una primera y muy simple mirada para los que, como arquitectos, urbanistas, geógrafos, políticos o promotores inmobiliarios, nos dedicamos a pensar, decidir y operar sobre la ciudad histórica. Pero esos vacíos deben ser tratados al menos del mismo modo que lo hacemos con su “positivo”, con los llenos de la ciudad, los edificios. No se debe caer en el error de acometer la intervención en la ciudad histórica con herramientas distintas según se opere con los vacíos o con los llenos.
Por supuesto al escribir vacíos no me refiero a los solares producto de una demolición, ya sean grandes o pequeños, sino a las grandes superficies libres de edificación, no construidas históricamente, formadas por una gran parcela catastral o por varias. Vacíos históricos que tuvieron usos distintos a todo aquello que los rodeaba. Vacíos que una vez abandonado el uso que los generó y les dio sentido, devienen en manchas que afean el paisaje urbano y que, a fuerza de años, acaban marcándose en un sucio gris en los planos y en los barrios.
Sin embargo la mayoría de esos grandes contenedores (grises objetos de deseo) tienen una historia oculta incluso para sus vecinos que, al cabo de una sola generación, acaban perdiendo la memoria de lo que fue y significó ese lugar. Memoria borrada por esa primera y fea apariencia que imprimió el abandono, la basura y las ratas. Historia que suele ser la misma del origen del barrio que ahora les da la espalda. Y de igual forma que los edificios, es esa historia la que debería ser el germen de su recuperación.
Así como, cada vez más, se viene asumiendo la necesidad de conocer el origen y sobre todo las vicisitudes y cambios sufridos (o gozados) por los edificios a lo largo de sus años de vida, así mismo, deberíamos plantear nuestras intervenciones sobre los vacíos. Y esta estrategia de acercamiento no debe ser muy diferente para los de la ciudad histórica (la anterior al s. XX) o para los de la ciudad contemporánea (la generada a partir de los ensanches del XIX). Las herramientas del conocimiento histórico pueden ser las mismas en ambos casos aunque tendrán mayor precisión para los tejidos y vacíos contemporáneos.
Pero volviendo a la ciudad histórica: suele ocurrir que estas bolsas de suelo han venido siendo abordadas sin la dignidad que merecen y sin el adecuado rigor histórico y urbanístico que les corresponde y que finalmente le conviene a la ciudad para su mejor evolución. Es pura simpleza llegar a la conclusión de encontrarnos ante contenedores en mitad del tejido compacto que los rodea. Contenedores para nuevos edificios o para nuevos espacios libres, sean públicos o privados, unos y otros planteados con criterios urbanísticos más propios de suelos para el crecimiento urbano de periferia. Sin embargo, operar en uno de estos suelos debe hacerse al menos con el mismo protocolo con el que nos acercamos para intervenir en los edificios históricos, si no más. Considero que debe ser de forma más compleja, dado que son organismos urbanos más complejos, por sutiles: de ellos hay que entender el vacío, el espacio, sus relaciones visuales, de paisajes interiores y de paisajes lejanos, de topografía, de vegetación, de miradas cruzadas, relaciones entre edificios y sus moradores, vidas entretejidas que son difíciles de aprisionar con un somero análisis. Es necesario tocar, palpar, cada uno de los planos que los forman, los de sus fachadas (traseras o no), los de las huertas y bancales desaparecidos, las superficies de sus tapias derruidas, las líneas de sus acequias ya secas y olvidadas, los supervivientes hitos en que se han convertido sus raquíticos árboles, o ya solo troncos muertos. Para entender estos organismos complejos es necesario representarlos al menos con la misma precisión e intensidad que la empleada en la representación del alfarje mudéjar o la estratigrafía muraria de un edificio del s. XVI. Una vez obtenida esta primera representación (plantas, secciones, topografía, fotografía) es cuando estaremos en condiciones de contrastar la información histórica que ineludiblemente hemos de obtener para, con ella, acabar de completar un primer diagnóstico. La arqueología aportará datos finales para terminar el informe previo. Antes de manejar toda esta información cualquier propuesta que se haga puede resultar precipitada y puede llegar a plantear acciones propias de un suelo urbanizable cualquiera.
Conviene que sea un planeamiento especial el encargado de definir en detalle la intervención en estos vacíos. Si ese planeamiento está propuesto por un plan de ámbito superior, ya sea Plan General o Plan Especial de Protección, no debería obviar estos pasos previos. Así para una correcta actuación en este lugar ha de hacerse un análisis previo que contenga todos estos datos y para ello no puede constreñirse el ámbito de estudio exclusivamente al vacío sino que debe integrar un entorno amplio y suficiente para una adecuada comprensión de los problemas y oportunidades que se hallan aquí. Por tanto deben incluirse parcelas catastrales completas, con sus edificios y sus espacios libres de edificación, edificios colindantes que hayan ejercido algún tipo de influencia o se hayan visto influidos por el vacío. Es claro el ejemplo de las fundaciones religiosas desamortizadas en el s. XIX cuyos huertos abandonados se convirtieron en vacíos urbanos posteriormente segregados como parcelas catastrales independientes y reconvertidas a lo largo del s. XX en edificios de usos no residenciales en el interior de las manzanas, edificios que una vez arruinados han acabado por distorsionar el entendimiento de lo que un día fue huerto.
Un buen planeamiento especial será el origen de una buena intervención en estos vacíos que una vez intervenidos con nuevas arquitecturas y nuevos espacios libres deben aportar nuevas cualidades a la ciudad histórica manteniendo viva la memoria del lugar y generando nueva vida.
Gabriel Fernández Adarve, arquitecto experto en centros históricos de GRarquitectos
Hoy tenemos nueva edición de la serie sobre patrimonio y rehabilitación en ciudades históricas. Se trata de una de las actuaciones en edificaciones residenciales que tuvimos la ocasión de ver a través de los ojos de nuestro compañero Gabriel, en la visita en la que nos guió por el barrio Patrimonio de la Humanidad del Albaicín. (Pincha aquí para ver los anteriores artículos: 1,2,3)
REHABILITACIÓN DE LA CASA ZAYAS
A mitad del pasado mes de Febrero hemos conocido la noticia: La rehabilitación de la Casa Zayas del Albaicín de Granada ha sido una de las obras preseleccionadas por la Consejería de Obras Públicas y Vivienda de la Junta de Andalucía, para ser expuesta en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura que este año se organiza en Cádiz con motivo de las celebraciones del Bicentenario de la Constitución de 1812. Coincide el anuncio de esta feliz noticia con el final de la obra, seis años después de que el Gerente de la Fundación Zayas apostara por este modo de colaboración que en aquel momento pude ofrecerle en mi condición de Director Técnico de la Oficina de Rehabilitación del Albaicín. Fórmula que ha permitido, mediante la gestión de la Oficia de Rehabilitación, la recuperación de este singular edificio, por entonces, en muy malas condiciones de conservación y que venía sufriendo continuas ocupaciones ilegales y diversos expolios.
Convergen en esta actuación múltiples esfuerzos e ilusiones que la han hecho posible: desde la necesaria inversión (más de 800.000 €, con aportaciones de la Fundación Zayas, de la Consejería de Obras Públicas y Vivienda, y de una pequeña ayuda, pero importante a la postre, del Ayuntamiento de Granada), el entusiasmo de la Dirección Facultativa, con Marisol y Ubaldo García Torrente como Arquitectos redactores del proyecto y directores de la obra, Antonio Lozano, Arquitecto Técnico director de la ejecución, el apoyo firme y decidido del equipo humano de la Oficina de Rehabilitación del Albaicín, el oportuno aliento de los técnicos municipales, y la profesionalidad de la empresa constructora, Manuel Miranda Rojas SL, con Pepe, su encargado, al frente. Sin esa conjunción no se hubiera obtenido este brillante resultado que pronto se expondrá en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura 2012.
Mi enhorabuena y este breve comentario de la obra están dedicados a todos ellos, pero especialmente a Ubaldo con el que mantuve muchas charlas y buenos ratos de café, momentos que produjeron un continuo enriquecimiento del proyecto y, después, muchas visitas compartidas a la obra que nos fue hablando día a día, desvelándonos sus claves ocultas y a la que creo que se ha dado adecuada respuesta, desde el respeto al valioso patrimonio heredado y sin renunciar a una nueva lectura del edificio desde un lenguaje arquitectónico contemporáneo. Ahora solo falta que unas entrañables personas mayores le den vida habitándolo y disfrutando del sol y de las vistas de la Alhambra desde sus galerías moriscas recuperadas.
La Fundación Zayas, propietaria del edificio situado en la Cuesta de San Gregorio, 13 es una entidad sin ánimo de lucro con el objetivo social de ayudar, mediante la gestión de su patrimonio, a las personas mayores. La Fundación ha promovido su rehabilitación, mediante el Programa de Transformación de Infravivienda, para conseguir viviendas que pasarán a formar parte de la Bolsa de Alquiler con la intermediación de una Agencia de Fomento de Alquiler. Las ocho viviendas resultantes se destinarán a alquiler protegido para personas de la tercera edad, condición necesaria para cumplir con su objetivo social. Por este motivo la mayoría de las viviendas resultantes se han proyectado con un dormitorio y solo dos tienen dos dormitorios ya que en todos los casos serán alquiladas por personas solas o en todo caso parejas de personas mayores, que no sean dependientes.
El inmueble de Cuesta de S. Gregorio, 13 es un edificio complejo formado a lo largo del tiempo por la adición de dos cuerpos diferentes unidos por un patio común: por un lado una casa de tradición morisca de tres plantas, levantada sobre otra anterior de época nazarí, que ocupa la crujía Norte, con fachada posterior a la calle Huerto y con su galería morisca abierta a mediodía hacia el patio. Enfrente, ocupando la crujía Sur, que es la de mayor dimensión, el cuerpo de origen cristiano datable en el s. XVII, en la que destacan las grandes salas, cubiertas con alfarjes de madera con doble orden de vigas de gran sección, que abren a la Cuesta de S. Gregorio y sobre todo un torreón, en su lateral izquierdo, que es claramente visible desde la Alhambra. Debido al desnivel del terreno, el patio se encuentra una planta por encima del gran zaguán de acceso que tiene desde la Cuesta. En el patio existen dos crujías laterales que unen las principales: al Este, el cuerpo de escaleras con su singular trazado de dos zancas en sentidos opuestos partiendo del centro del patio, posiblemente de origen cristiano, ya que en la intervención arqueológica no se han encontrado restos de la escalera original morisca. Al Oeste, un cuerpo de obra reciente, sin interés, ejecutado con muros de carga y forjados de hormigón.
El inmueble cuenta con una fachada a la Cuesta de S. Gregorio de gran interés patrimonial (con revocos de mortero de cal, esgrafiados, rejería y portada de piedra). Para restaurar la fachada sin coste añadido para la actuación, y ya en plena ejecución de obra, desde la Oficina de Rehabilitación se consiguió la firma de un Convenio con ese objetivo con el Consorcio-Escuela Centro Albayzín de Restauración.
Todos los revestimientos, carpinterías e instalaciones han sido renovados, procurándose un homogéneo acabado blanco luminoso utilizando solería de mármol de Macael al corte, mortero de cal blanco en paramentos y carpinterías de madera lacada.
Las fotos que acompañan al texto son parte de las que hice durante todo el proceso de la obra, y las que se muestran a continuación son de la obra terminada hechas en un luminoso domingo de Febrero por gentileza de Ubaldo, y aprovechando la ocasión, como otras veces, de acompañar a Fernando Alda para que realizara uno de sus flamantes reportajes fotográficos y que en esta ocasión será el que pueda servir para mostrar esta obra en la Bienal Iberoamericana de Arquitectura.
Gabriel Fernández Adarve. Arquitecto experto en rehabilitación en Centros Históricos de GRarquitectos
Con el articulo de hoy entramos de lleno en la serie que ya os anunciamos hace algunas semanas donde nuestro compañero de GRarquitectos, Gabriel Fernandez Adarve, nos va a ir contando algunas experiencias de sus 10 años como Director de la Oficina Técnica de Rehabilitación del Albaicin, Patrimonio de la Humanidad. En los próximos meses tendremos la fortuna de descubrir algunas de las rehabilitaciones e intervenciones en el patrimonio que, quizás no ocupen las portadas de las grandes revistas de arquitectura, pero que son de gran valor arquitectónico, cultural y social.
Historia de ida y vuelta: del 78 al 87 de la calle Elvira
La intervención pública en los centros históricos puede y debe servir de acicate y ejemplo para los promotores privados que ejercen su actividad inmobiliaria en estos ámbitos. En estas tramas urbanas, la rehabilitación debe prevalecer frente a la demolición y obra nueva, y más en casos como el del singular barrio del Albaicín, perteneciente a lista de Patrimonio Mundial en el que por desgracia aún se mantienen en muy mal estado de conservación, o incluso en ruina, inmuebles de gran valor patrimonial. En cualquier caso, la intervención pública debe centrar su atención en los colectivos más desfavorecidos para garantizarles el derecho a una vivienda digna y evitar procesos de expulsión de la población residente.
En este sentido, una de las estrategias más destacables de las llevadas a cabo por la Oficina de Rehabilitación del Albaicín, en sus primeros años de intervención en el barrio, fue la adquisición de varios edificios en mal estado para obtener, mediante su rehabilitación, un número suficiente de viviendas cuyo destino sería el realojo temporal de familias provenientes de otras actuaciones de rehabilitación gestionadas por la Oficina. El edificio de C/. Elvira 78 fue uno de los primeros, adquirido por EPSA en 2002, momento en el que se inició el largo proceso de tramitación de su proyecto de rehabilitación integral y de una compleja obra, terminada en 2010.
El edificio se encontraba en un lamentable estado de abandono presentando grandes zonas en ruinas pese a lo cual, y de forma previa a su adquisición, sufrió una intensa ocupación ilegal, habiéndose convertido en uno de los bastiones del movimiento okupa granadino. Entonces ya fue objeto de robos y expolio. Desde su adquisición sufrió otros robos que también fueron denunciados y cuyo efecto y reparación fueron previstos en el proyecto que obtuvo Licencia. En el estado previo era difícil distinguir las viviendas que llegó a albergar. El patio era irreconocible estando ocupada más de la mitad de su superficie con añadidos que distorsionaban su entendimiento. Con el estudio previo realizado se reveló la tipología de una casa señorial con patio peristilado con ocho columnas, posiblemente trazado en la segunda mitad del siglo XVI. Las crujías adyacentes a las galerías se recuperaron, incluso comprando a posteriori, una de ellas que, en planta segunda, se encontraba engalabernada con el edificio colindante.
La obra consistió en una rehabilitación integral manteniendo los elementos de valor patrimonial, estructurales, constructivos y tipológicos que lo cualifican y que son los que justifican su catalogación por el PEPRI-Albaicín con un nivel alto (nivel 2, grado 1) que solo permite obras de rehabilitación-restauración. La intervención conjuga la recuperación de su tipología y elementos patrimoniales con la utilización de un lenguaje arquitectónico contemporáneo en el patio en el que se emplean materiales como el vidrio y los revestimientos lisos de estuco blanco.
Se mantuvo el acceso principal desde calle Elvira a través de un pequeño adarve y así mismo el acceso secundario por calle Beteta, que dado el desnivel entre ambas calles, se produce por la planta segunda. Se demolieron los añadidos que distorsionaban la tipología: los añadidos en galerías y sobre todo los del patio, recuperándose el gran zaguán de entrada y dándole un nuevo acceso a la escalera a través del patio. Se demolieron todas las particiones y tabiquerías existentes que habían llegado a crear, por subdivisiones sucesivas, infraviviendas de distribución irreconocible. Se acometió el refuerzo estructural y rehabilitación de forjados de madera en los casos en los que su estado de conservación lo permitía, en los casos irrecuperables se restituyen por otros similares. Se tuvo especial cuidado en el tratamiento de los alfarjes mudéjares con policromías que se conservan en las galerías de todas sus plantas. Una vez acometida su estabilización estructural, que permitió ponerlos de nuevo en carga, se dejó para una segunda fase la restauración de sus ricas policromías, de la que se llegó a hacer una muestra en planta baja. Se le dotó de nuevas instalaciones tanto de electricidad, saneamiento, abastecimiento de agua, como de telecomunicaciones. Con la actuación se ha conseguido que las cinco viviendas resultantes (tres de dos dormitorios y dos de uno) tengan habitaciones con superficies mayores a las preexistentes, todas ventiladas a un espacio exterior y por tanto con buenas condiciones de habitabilidad.
Junto a la notable recuperación patrimonial de este pequeño y singular edificio del s. XVI, que en otras manos hubiera sido presa fácil de demolición con una posible declaración de ruina, cabe destacar especialmente el uso al que finalmente se le ha destinado: viviendas para realojo temporal de familias del barrio a las que se les esté rehabilitando sus viviendas. Y, felizmente, los primeros albaicineros realojados en este inmueble fueron los inquilinos de la cercana “Casa Cuna”, número 85-87- 89 de la calle Elvira, cuya obra de rehabilitación se ha iniciado, por fin, en este mes de Diciembre de 2011.
Sirva este artículo de reconocimiento a estos inquilinos de la Casa Cuna, que durante el verano de 2007 se manifestaron en la calle, en la prensa, en la radio y en las televisiones locales y hasta nacionales, con todos los medios que tenían a su alcance, para denunciar la grave situación a la que se veían abocados tras la declaración de ruina económica del inmueble. Todo a partir de unos informes técnicos discutibles y un largo proceso administrativo que les obligaba a abandonar sus viviendas o sus locales de negocio sin derecho alguno a indemnización. A ellos les movió el ánimo de no perder toda una vida en la calle Elvira en la que siempre había sido la Casa de la Cuna, su casa. Con su protesta consiguieron que se les unieran muchos más vecinos del barrio y que su voz se oyera mucho más allá de la calle Elvira.
Por supuesto, también el reconocimiento a la propiedad del inmueble de la Casa Cuna que pese a todas las dificultades no perdió la confianza que pusieron en 2007 en la gestión de la Oficina de Rehabilitación.
Felicidades a todos.
Los principales datos de la actuación de C/ Elvira 78 están expuestos en el patio para todo aquel que quiera entrar a disfrutar del inmueble recuperado y de este modo pueda conocer lo que ha sucedido allí y como se invierte el dinero público en la recuperación del Albaicín. Son estos:
Nº de viviendas: 5
Superficie Construida: 430 m ²
Tipo de promoción: Viviendas Protegidas en Alquiler. Promoción pública de EPSA.
Gestión: Oficina de Rehabilitación del Albaicín-EPSA
Destino de viviendas: Alquiler protegido a 25 años: Realojo temporal de otras actuaciones.
Inicio de la actuación: 13/09/2002
Inicio de la obra: 14/02/2007
Entrega de viviendas: 01/06/2010
Arquitecto: Jorge Gabriel Molinero Sánchez
Arquitecto Técnico: Manuel Sánchez Martínez
Contratista: SILALCON
Adquisición del inmueble: 182.253 €
Costes de la obra de rehabilitación: 471.150 €
Otros costes: 105.764 €
Inversión total: 759.167 €
Gabriel Fernández Adarve. Arquitecto experto en rehabilitación en Centros Históricos de GRarquitectos