Que vivimos en un país endeudado hasta las cejas, es más que sabido por todos. Quien más y quien menos tiene por ahí alguna deuda pendiente con el banco. Se calcula que la deuda total, que engloba administraciones públicas, empresas y particulares, equivale a más del 300% del PIB español, que es de aproximadamente de un billón de euros. El dato en sí ya es preocupante, pero lo peor no es que se haya llegado a este delicado nivel, sino que un tercio de la misma, un billón, corresponda al Estado y que ésta siga sin control.
El problema de cualquier deuda es que hay que pagarla y, además, con intereses. Esto lo entiende todo el mundo menos, al parecer, quienes gobiernan, porque de lo contrario ya hubieran tomado medidas para evitar que lo que se deba sea igual a lo que toda España gana en un año. Es decir, cualquier español debería ceder al Estado todos sus ingresos de un año para poder devolver únicamente la deuda de las administraciones públicas, y ello sin contar con los intereses que ésta genera y que ya supone un 10% del presupuesto. El nivel de endeudamiento público es de tal magnitud, que si se llevara al ámbito privado, se estaría en clara insolvencia. Ante esta situación solo hay dos vías de afrontar el reto:
- Confiar en que en los años venideros el PIB español se incremente sobremanera, el sector público contenga el gasto y la inflación juegue a favor para devaluar su cuantía. Ésta creo que debe ser la opción “optimista” que baraja el Gobierno. Ninguna de las tres, hasta la fecha, se cumplen.
- Si la primera alternativa no funciona, (PIB e inflación bajos, desequilibrio presupuestario, paro elevado…), solo quedará la salida de un ajuste fiscal y presupuestario jamás conocido, y mirar hacia otro lado hasta que una generación venidera asuma las consecuencias de un ‘default’ o impago. Esto lo saben, pero mejor ni plantearlo a un año de las municipales y dos de las generales.
No hacen falta muchas explicaciones para entender que deber un billón de euros es un gran problema cuando solo se dispone de poco más de un tercio de lo que se gana vía impuestos. Las facturas para amortizar cuotas, pagar intereses y mantener el sistema social, (salud, educación, pensiones…), hacen tiempo que se renegocian en los despachos de los ministerios con más deuda. Tarde o temprano algo habrá que hacer con los vencimientos, y mucho me temo que se tendrán que tomar decisiones muy estrictas para evitar la bancarrota. Mientras tanto, confiemos ciegamente en el milagro español que está por llegar, y que éste sea algo más eficiente y productivo que dejar pasar el tiempo.
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