El PSOE se pegó el domingo un batacazo en Granada y, aún así, la derrota fue más dulce de lo que se esperaban los socialistas cuando cerraron las urnas. El PSOE salió escaldado en los grandes municipios y en todas las cabeceras de comarca salvo en una, en Órgiva, aunque en mis crónicas me confundo con Lanjarón porque me sucede como a Mariano con Cazalla -que no con el cazalla-, que me desoriento. El titular me ha quedado más redondo, eso sí, y ahora sería inútil intentar convencer a los socialistas de que se ha tratado de un error involuntario.
Los que fuimos de José Luis y siempre hemos sido de Mariano estamos disfrutando con los rumores del cambio y dormimos con el móvil en la mesilla de noche por si acaso. No nos moveríamos de aquí por nada del mundo y no como otros alcaldes, que se han ido de excursión a Colombia ahora que está la cosa entretenida. -No daré los nombres salvo que me provoquen-.
En el PP empiezan a circular las quinielas sobre futuros miembros del Gobierno en alguno de sus niveles. Apunten el nombre de un alcalde de un pueblo de 20.000 habitantes.
Y en el PSOE están inmersos en su psicoanálisis interno, que es una forma sutil de explicar que están volando los cuchillos. Abrir un proceso de renovación a cuatro meses de otras elecciones resultaría suicida. Pero permanecer inmovil sería la antesala de otra derrota.
Que hay dentro del PSOE quien anda ya haciendo campaña por su cuenta es un secreto a voces.
Pero el relevo esta todavía agazapado. Y no se trata de ningún alcalde.
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