Cuando he comido con un político unas veces he pagado yo -las menos- y otras ellos, pero nunca creo recordar haber tirado del plato del día. Ni siquiera el menú de Gerry Dawe que se marcaron los chicos de Visogsa en Alicante por 50 euros del ala, aunque se conoce que el tal Gerry tenía la costumbre de cenar con Viña Ardanza.
Las cuchipandas de José Luis Hernández no son diferentes a otras de las que han participado los que ahora las critican. Peor me parece pasar la factura de media tostada en una sevilleta.
El problema del exgerente de Visogsa no es que le guste más el reserva que el vino peleón -como a mí- sino que sus explicaciones fueron titubeantes. Que primero dijo que habían sido dos, después que cinco y mejor no seguimos buscándole las vueltas a la visa.
Cierto es que los populares se equivocaron al denunciar que el antiguo gerente se había dado un voltio con la tarjeta por Berlín y por Dublín, donde el mercado de la VPO en Fuente Vaqueros anda cortito. Y esos errores habría que rectificarlos para no confundir la velocidad con el cuarto de lechal en el asador El Molino (48.85 euros).
Pero en la defensa, el PSOE ha cometido otro patinazo al atribuir a Sebastián Pérez una visa que no llegó a existir aunque pudo haber sido.
Podemos descontar los días que faltan para que se destripen los gastos de otras tarjetas.
Apuntan con un cuchillo en el estómago: la visa o la vida.
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