Parece en estos tiempos que los chorizos y mangantes han tomado las riendas de la sociedad desarrollada. Parece que son los protagonistas de la realidad, que proponen y disponen; que todo nace y muere en ellos; que son el sol y la luna. Pero el bullir de los días nos muestra otros protagonistas, los que para salir en los medios han de jugarse la vida, han de hacer por los demás algo a cambio de nada y ha de haber una cámara que los grabe. Curiosamente, son pequeñas o grandes acciones que le dan sentido a la vida, que colocan al ser humano en su verdadero lugar, donde el corazón manda y la avaricia e insolidaridad no tienen sitio. Las calles están llenas de ellos, solo es preciso que nos fijemos un poco, gentes que están dispuestos a echar una mano, o las dos, que son útiles y no reciben sobres ni sobresueldos, que dan lo que tienen y a veces se juegan lo más valioso, su propia vida. Nos hemos acostumbrado a que todo tenga un precio monetario. Todo tiene un valor, que es diferente. Lo importante es ser capaz de descubrir ese valor y colocarlo en su justo precio, que es la satisfacción de ayudar, de colaborar, de hacer las cosas bien, de servir para algo más. No todo se compra ni se vende. Cuando abandonemos este mundo solo quedarán de nosotros los hechos del corazón, del alma humana. Y esos no llevan ni sobres ni oros. Esos quedan grabados en el genoma humano, y hacen mejor a la especia de la que formamos parte.
El policía que estaba estudiando mientras esperaba el metro en Madrid y saltó a las vías al ver que una persona había caído es alguien que nos pone sobre delante la otra cara de la esencia humana, esa que se lleva dentro y que a veces nos empeñamos en esconder. Parece que no está bien vista, parece que es más noticia el hecho de que el metro arrolle a alguien. Todos miraban, solo uno saltó. El miedo es superior al alma, aunque habita en ella. Pero ese uno que lo hizo dio aire puro, limpio, a todos los que hemos visto que la vida es más importante que el miedo, que hay otro lado de la persona que solo da, a cambio de nada. Esa es una parte de la grandeza de nuestra especie, tan vilipendiada por unos pocos que se creen superiores solo porque son capaces de robar, de mentir, de manipular, de sentirse con más derechos, de hundir la vida a los que solo son sus semejantes en la medida en la que les pueden sacar un beneficio. Estos se mueven por todas partes, por todos los oficios, por todas las esquinas. La parte digna, noble, sencilla, útil para todos, también está ahí, en todos los espacios, aunque cueste encontrarla, y la persona la lleva dentro, solo hay que fijarse en ella y sacarla a la luz, pues es la que dará sentido coherente a la comunidad en la que cada cual habita. De lo contrario, la comunidad no tiene razón de ser más que para esa minoría.
A ver, a propósito de esta reflexión, el escritor nos está diciendo que la parte digna, noble, sencilla, útil para todos, la llevamos las personas por dentro; pero yo digo, hay casos en los que la llevamos tan adentro o muy en el fondo, porque lo que sale con frecuencia es la envidia, la competencia, la falta de reconocimiento del otro, la crueldad,la indolencia, la impunidad…Como ha dicho el escritor, la otra cara de las esencia humana, a la que nos hemos acostumbrado,lamentablemente, porque ha sido tratada en los medios de comunicación como espectáculo.
Alguien que me diga a quiénes llaman ustedes «Chorizos y mangantes». En mi país no se usa esa expresión.
A aquellos que «toman prestado» y que luego no devuelven algo que no les pertenece.