Llevamos más de seis años con el debate de la futura estación del AVE sobre la mesa. Es uno de esos temas recurrentes en esta ciudad que se dilatan en el tiempo cuando no se quiere llegar a una solución efectiva por alguna de las partes. La ciudadanía ya está acostumbrada a ellos, son eternos, tanto es así que las obras que pueden aportar algo nuevo e importante se van quedando ahí, medio terminadas, medio comenzadas, como monumentos a la estulticia de nuestros dirigentes, como reflejo de lo que esta ciudad desea ser. Desde que se acabó la Alhambra hace ya unos cuantos siglos, pocas cosas han sido definitivamente concluidas. No es preciso hacer un repaso exhaustivo, basta con echar una mirada y comprobar lo que está a punto de ser acabado y no acaba de rematarse. Las excusas siempre están ahí, y lo que es peor, la gente calla y mira hacia otro lado mientras ellos, nuestros políticos, no cesan de enzarzarse en discusiones que solo prolongan la agonía. Y no todos tienen el mismo grado de responsabilidad. Como en todo, unos tienen más culpa que otros, y al fin y a la postre somos los ciudadanos quienes tenemos las soluciones con los votos, quienes los elegimos y mantenemos, para que desde aquí luchen por nosotros, para que desde Sevilla luchen por nosotros, para que desde Madrid luchen por nosotros. De Bruselas ni hablo. Hay quien lo da todo por ellos, pero hay quien sencillamente les da la espalda, y ni siquiera acuden a votar, porque lo dieron todo por perdido. Es preciso exigir ya de forma contundente que esos proyectos casi concluidos sean finalizados, y lo hagan en función de un proyecto global, de vida y futuro por esta ciudad y por esta provincia, un proyecto en torno al cual todos sean capaces de llegar a acuerdos sólidos y fiables, que ilusionen a la gente, que sirvan para sacarnos del vagón de cola de la economía de España.
Granada no merece tal vez más que ninguna otra tierra, pero ni un gramo menos; sin embargo, esto parece que ha de subyugarse a los intereses nacionales de quien nos gobierna, y nuestro carácter acomplejado nos conduce a olvidarnos pronto de nosotros mismos apenas cruzamos las lindes de nuestra tierra.
Pretender sacar la estación del AVE del centro de la ciudad es una nueva genuflexión que busca, sin duda, no contrariar a quienes solo vienen aquí para hacer sus propios negocios. Sería vergonzoso un paso atrás de semejante magnitud, porque además probablemente traiga detrás y ocultos otros intereses sobre los actuales terrenos, intereses que serán vistos cuando el ladrillo privado los ocupe, cuando pasen pocos años y el morro picudodel tren nos deslumbre allá a lo lejos. El Partido Popular debiera mirar hacia el futuro de la globalidad, porque se le están acabando los otros culpables.
Si tenemos que esperar a que «se lleve a cabo un proyecto en torno al cual todos sean capaces de llegar a acuerdos sólidos y fiables, que ilusionen a la gente, que sirvan para sacarnos del vagón de cola de la economía de España», podemos acomodarnos bien en el sillón, coger un vaso, llenarlo de la bebida que más nos guste (aquellos que se la puedan permitir porque no todos tienen el privilegio de tener lo que desean),armarnos de paciencia y esperar…y esperar y seguir esperando a lo que sabemos que nunca llegará pero,sin embargo,es en lo que la gran mayoría de los españoles confía.
Por otra parte,alguien debería de hacerle saber a aquel que lo da todo por perdido que no debería de regalar su voto, por su propio bien y por el de sus semejantes.