La nieve ha invitado esta mañana a Granada para pasearse por sus calles. Las gentes que llevan banderas porque quieren trabajo, porque quieren justicia, porque quieren seguir avanzando en una sociedad andaluza cada vez más justa e igualitaria, han llenado los asfaltos mojados por la naturaleza de este día de febrero. Un no rotundo a los recortes salariales, un no contundente a las pérdidas de los derechos conquistados tras tanta lucha y sacrificios, un no sin más a la caridad que quiere sustituir a esos derechos ha invadido los aires granadinos en una jornada fría en la piel pero cálida en los corazones. Si se sigue haciendo oídos sordos a las palabras habrá que gritar más fuerte; si se sigue mirando hacia otro lado, habrá que ocupar todos los espacios; si el silencio es la única respuesta, habrá que aprender a leer las palabras no dichas. Pero no se puede permitir que estos señoritos españoles, a quienes nadie eligió para que hiciesen esto, sigan destrozando el futuro de quienes no lo tienen todo para siempre, de quienes cada día se construyen su propia existencia, de los que quieren solamente vivir.
No se trata de confrontar, pero si hay que hacerlo siempre será mejor que seguir dando pasos hacia atrás, pues al final es la miseria la que aguarda tras el retroceso infinito, es la nada. La fuerza de las banderas de las fotografías de la manifestación no está en el mástil, ni en sus telas, ni en sus colores, está en las manos y en los corazones de quienes las llevan, y de todos los que hay alrededor, y de las ideas que los han hecho salir a la calle en esta fría mañana de febrero para que quienes hoy deciden, en todos los ámbitos de poder, sepan que estamos aquí, que somos nosotros quienes pagamos sus salarios, que somos quienes recibimos las consecuencias de sus actos, todas las consecuencias, de todos, desde el primer concejal hasta el último ministro, y que no nos callaremos si siguen destrozando la educación, la sanidad, el trabajo, la igualdad…, porque esta no es su finca ni nosotros sus braceros.