Viernes ocho, precisamente en este día que se cumplen años de tantas cosas, de muertes e incendios, de sufrimientos y humos, de reflexiones y concentraciones, de amenazas y chantajes, día ocho, precisamente este día tal vez sea un buen día para hablar de nosotros, de los que aceptamos las cosas porque sí, de los que tememos a la lucha y nos apegamos a la rutina que nos condena, de quienes nos cogemos al vil metal con ambas manos y por él abandonamos los sueños, de quienes permitimos que nos chantajeen con lo amado sin dar un grito y pelear por un futuro libre de cargas; quienes preferimos la ley del silencio a la luz de la felicidad, que será construida artificialmente para que alguien permanezca conforme y no nos robe lo que es nuestro. Hablemos de la cobardía y del miedo que nos anclan en un presente que mira hacia el pasado, renunciando a un futuro más incierto, pero más nuestro. Y ya que hablamos, de por qué intentamos justificar lo injustificable, acaso porque los intereses de una minoría en la que nosotros no estamos, y que no nos representa, porque solo lo hace de sus propias barrigas, están antepuestos a nosotros, que somos quienes cada día los mantenemos ahí, con nuestro silencio, con nuestra aparente aceptación, porque eso es lo que nos han hecho creer que debe ser, y abandonamos una lucha para la que no nos educaron. Y renunciamos a ser nosotros mismos, a crecer cada día donde nosotros queremos vivir, sin tener que aparentar, sin tener que callar, sin tener que decir sí cuando queremos decir no, sin vivir vidas ajenas abandonando la propia, por una seguridad que nos obliga a permanecer, que nos acostumbra a la vulgaridad privada, no confesada, que nos ata a un materialismo de segunda, porque no es lo que nuestro espíritu precisa. Y así, dejamos que nos muevan las estaciones, que en los parques crezcan ladrillos a millón en lugar de correr los niños, que lo azul nos lo vendan como verde, que lo que ayer era enano hoy nos lo aparenten gigante, que nos adapten hasta nuestra propia vida quienes son ases en ganar siempre, pero sin más fundamento que continuar en un modus vivendis que les lleva hasta una vejez ya escrita, porque siempre fue así. Hablemos del por qué aceptamos las cosas sin plantear la alternativa en la que pensamos cada día, desechándola por la simple razón de que viene del contrario. No todo se pierde cuando se cambia, solo lo desechable, lo demás permanece hasta la eternidad de la muerte. Y ahora cambiemos el género de cada expresión, veremos las cosas con más realismo.
Viernes 8 (de marzo), con perspectiva de género. Se ha avanzado, pero falta, el artículo muestra sentimientos de todos, más cotidiano si cambiamos el género de cada expresión. Sí, en todo caso más entendible. Tal vez no seamos tan diferentes. En mi opinión, el autor ha olvidado hablar de lo positivo, de lo que podría decirse que viene a significar algo así como \"privilegios\", alguno existirá, aunque sea necesario cambiar el género de la expresión, o quizás no.