El alcalde nazarí vuelve a ponerse las pilas con respecto al tranvía metropolitano. Entra ahora en la fase de los peros a los precios y a las subvenciones del futuro billete, asegurando que según le dicen costará entre seis y ocho euros. No sabemos si está desarrollando la estrategia de alentar a la ciudadanía para que use más los taxis, que según sus cuentas podrían salir más baratos, o vuelve a sacar su hacha de guerra contra la Junta de Andalucía. Parece que este hombre aún no se ha dado cuenta de que la gente ya está harta, cansada, hastiada de estas cosas, de la generación de estas polémicas que solo traen atrasos en los avances de la ciudad, que perjudican sobre todo a la casta política porque su descrédito es soberbio. Bajo el paraguas de la defensa de los intereses de los granadinos no entra ya todo, ni todo le va a rendir los mismos réditos que le rindió otrora. Las medias verdades solo son mentiras inmensas, y la gente ya habla de otras cosas, incluso en su mismo partido comienzan a apartarse cada vez que saca una de estas hachas de asalto. El metro de Granada no tiene nada que ver con el tranvía de Jaén, ni en su forma ni en su recorrido ni en su función. Comparar ambas obras a estas alturas es venir a provocar, sin más. Y él lo sabe, y parece que disfruta con ello, y la lección que le dio su ministra Pastor hace unas semanas con respecto a la estación del AVE, y vista la aplicación presupuestaria recogida para ello, no parece haberle causado el más mínimo tilín, al contrario, él a lo suyo, a poner cualquier cosas que huela a Junta de Andalucía a los pies de los caballos; es anacrónico, insatisfactorio, frívolo y a la postre perjudicial para todos los que vivimos en Granada. Se sabe y lo sabe, aunque prefiere morir políticamente con sus botas puestas, como adalid de los intereses que se supone los demás atacan. Esto es improcedente y muy absurdo, pues él, que es una persona campechana, debería aprovechar su impronta para favorecer la cercanía, la unión, el diálogo, la negociación, la palabra, y el día que abandone la alcaldía también dejar tras de sí un recuerdo de un alcalde que veló por los intereses de todos los granadinos, incluso de quienes no lo votaron, destacando como fruto de su gestión los avances en la ciudad emanados de los consensos y acuerdos entre todos aquellos que dedicaron su tiempo al noble arte de la política. Aquí todo ha sido buscar culpables fuera y dentro, frenar, buscar inconvenientes, y a la postre beneficiar solo a esos pocos que ya están mirando para otro lado cuando habla, porque no saben por donde saldrá.