Verano, tiempo de tiempos muertos, juegos, calores, descanso. Tiempo casi único para tantas cosas… Pero, qué pasa con los niños. Pasaron los tiempos en los que eran mano de obra útil en campos y fábricas, aunque no sabemos si volverán, dado los porcentajes de pobreza. Disponen de todo el tiempo del mundo durante el verano. Desde el primer grito de la madre o el padre preguntando por los maestros, en verano ellos viven su vida de forma diferente, aunque hay mayores que se empeñan en que se parezca lo más posible al periodo escolar, principalmente para que los dejen tranquilos en sus cervezas, siestas, vacaciones o trabajos. Los abuelos ahora cumplen una función primordial, recordando aquellos tiempos en los que nadie les ayudaba con sus hijos e iban adonde tuviesen que ir siempre con ellos cerca o encima, y no eran uno o dos. Granjas de verano, campamentos, viajes, excursiones… vienen a ocupar tiempos, y a hacer vivir espacios diferentes, actividades distintas a estas criaturas que pronto jamás volverán a serlo, llegando entonces a ser lo que usted es hoy. Ábrales las puertas de la mente, regáleles un buen puñado de libros para estas vacaciones, intente que cada uno de estos días lean al menos una hora; pero amigo, usted tiene también una función, una tarea, después de esa hora de lectura hable con ellos sobre lo que han leído, que le expliquen lo que ha pasado en el libro, cómo podría ser de otra manera, si ellos podrían ser los personajes de esas historias, si harían las cosas de otra forma…, hable con ellos de sus lecturas e intente que las vayan aplicando a vidas imaginarias o reales, y lea usted un ratito cerca de ellos, donde lo vean, donde la vean, y tomen la lectura después como objeto de conversación, aunque sea unos minutos nada más. Y al día siguiente, más. Mírelos a los ojos mientras le cuentan su versión, rebátasela, hágalos pensar, que argumenten. Sea usted cómplice y adversario de lecturas, usted, padre, madre, abuelo, abuela. El tiempo hará florecer en su mente estos ratos veraniegos que sirven para jugar con los amigos, ver la tele, bañarse, estar en la calle, para todas esas cosas además de para leer. Los libros no son caros, vea lo que le cuesta una ronda en el bar y el tiempo que le dura un libro. Y si no, visite la biblioteca pública, antes de que la cierren estos que piensan que leer solo debe hacer libres a unos pocos señalados, ahí los libros son gratis, y se prestan, y es maravilloso, porque con ellos sus hijos, cuando acabe el verano, habrán crecido mucho más de lo que miden las cintas métricas. Sea coherente, sea buen progenitor, dele libros a sus hijos con los que disfrute, con los que alimente su mente, con los que sea feliz.