Por si usted aún no lo sabe, el próximo mayo, en domingo, la ciudadanía estamos legalmente llamados a votar, en nuestras urnas de metacrilato, con sus presidentes de mesa y vocales elegidos por sorteo, que cobrarán alrededor de 50 euros, con sus sustitutos por si falla alguien, con interventores de partidos políticos, con sus papeletas en las que vendrán impresas listas de candidatas y candidatos, con sus kiosquillos para guardar el secreto de cada cual, con su policía en la puerta…, vamos, unas elecciones en las que cada cual podrá votar lo que le quiera, incluso cambiar ese sobre que alguien le ha preparado en casa para que vote lo que pretende que vote. Usted podrá elegir entre partidos, siglas, ideologías…, y alguien se pasará de cuando en cuando para verificar que no hay problemas, que todo va bien. Cuando acabe, a las ocho, se contarán los votos y saldrá una lista más votada, con mayoría o no; espero que con una mayoría minoritaria, para acabar con las tentaciones de simular que pueblos o ciudades son cortijos, que los elegidos no olviden que lo son por los ciudadanos, no por entes superiores, ni por sus partidos para seguir sus directrices, para hacer otros juegos que no vayan dirigidos exclusivamente a servir a la ciudadanía que los ha votado, no a intereses espurios e inconfesables que pondrán a la ciudad como una espada para golpear a terceros. Ese domingo la democracia volverá a chequearse a sí misma, esa forma de convivencia de la que nos dotamos hace casi cuarenta años ya (podemos hablar de cuarenta años ya en otros términos). Y esa democracia es la que ha de gobernar cada día, no solo el de las votaciones, aunque cuando a ellas nos aproximamos observamos, en todas partes, cómo las verdades más absolutas, las promesas más exigentes, las frases más determinantes, las decisiones más irrevocables pierden su esencia. Porque el interés se vuelve entonces a favor de quienes antes mandaron, decidieron, dictaron, hicieron y hablaron. Y donde hace unos meses dije digo, ahora digo Diego, pero todo sea para que el personal no se enfade más de la cuenta y vuelva ese domingo de mayo a dar ese voto, que durante cuatro años ha podido servir para que quienes lo obtuvieron lo ningunearan, y hay que doblar lo que haga falta, que puede venir Podemos, al que están haciendo el hombre del saco, y nos lleve a todos (también me sirve la imagen de Pedro Botero y su caldera). Por eso, estos meses observaremos cómo se mueven hasta paradas de autobuses, piedras y letreros, con tal de que la gente (sobre todo donde habitan bolsas de votos) no proteste, cueste la pasta que cueste. Total, aquí nadie asume responsabilidades ni paga de su bolsillo estas cosas, que las pagamos los demás. El caso es que todo sea por el voto, que luego ya veremos cómo se hacen con las capas ajenas sayos propios.