Wert ha vuelto. En su decidida apuesta por cargarse en tiempo récord la enseñanza pública de este país ha llevado y aprobado a la mesa de sus colegas un decreto que propone algo desde mi opinión tendencioso, incluso para la ideología que sustenta al partido que aún está en el gobierno. Deja en manos de las universidades la posibilidad de acortar las carreras universitarias en función de unos intereses que están latentes bajo esta trampa que se llama Real Decreto. Imagínense que cada universidad podrá decidir si esta carrera durará tres años, aquella cuatro, aquí pondrá un máster de uno, allí de dos, en la universidad de al lado podrá ser de tres lo que en esa otra es de cuatro, y después se podrá elegir en una u otra el máster de uno o de dos años, si se puede pagar. Dice Wert que esto supondrá un ahorro a las familias, pues al pagar un año menos de estudios eso que se ahorrarán. Va a ir al infierno este ministro, por embustero, torticero y manipulador. Porque calla que realmente el estudiante deberá cursar un master, con el añadido de que los créditos de los máster son mucho más caros que los de los grados, por lo que o bien las familias deberán gastarse la pasta de una forma mucho más exagerada o bien los graduados deberán dejar de estudiar o pedir créditos bancarios para concluir sus estudios. Miente y lo sabe, y no es una mentira piadosa. Tiene esta maniobra un fin claro, cual es el de propiciar la creación de universidades privadas, que van a ofrecer paquetes formativos muy especializados en determinados estudios, a costes mucho más altos, y compitiendo directamente con las públicas, que deberán apretarse el cinturón en cuanto a la creación de másteres, que les supongan incrementos en la recaudación para poder competir con las otras. Al final, división, clasificación, dinero, pasta por la educación, intereses bancarios, castas de nuevo en las élites educativas. Wert está haciendo un trabajo prodigioso en este país, que verá fraccionada de forma absoluta y en poco tiempo la educación universitaria. Y no está solo, él lo sabe. Grandes capitales aguardan ansiosos para invertir en este nuevo mercado en España. Al final siempre acabarán perdiendo los mismos, los de siempre, quienes verán cómo los adelantan por la derecha o por la izquierda aquellos que tienen dinero para pagárselo, mientras ellos deberán estudiar como puedan y luego largarse al extranjero, a ganarse un duro y a dejar que aquí ejerzan quienes deben hacerlo, los de siempre, los que nunca debieron dejar de ser, ni lo dejaron. Y así será, salvo que alguien con sentido común paralice todo esto al menos hasta que haya unas garantías mínimas de que en materia educativa todos caminemos con el mismo compromiso, con el mismo paso. Faltan diez meses para esas elecciones, y hay quien está llenando sus alacenas para tener luego. ¡Qué bien sirve este ministro a sus señores!