Granada ha acogido la Universiada durante estas dos últimas semanas aunque apenas se haya notado salvo por las gentes que han llenado con sus abrigos de colores nuestras calles. Poco a poco ha ido calando entre la ciudadanía este evento, importante para el mundo deportivo y universitario. Granada ha abierto sus puertas una vez más al deporte mundial, pero las puertas laterales, porque la institución municipal solo se ha implicado desde lo imprescindible, aunque en ese mínimo se hayan hecho las cosas muy bien, sacando el máximo desde la concejalía a los mínimos que les han dejado desde la Plaza del Carmen. Sin embargo, las instituciones han dado el do de pecho, cada una el que ha podido o querido, aunque hace unos meses hubiera parecido imposible. Al final, las personas que han estado detrás han sobresalido por encima de los problemas, con un trabajo y un saber hacer que aleja toda crítica al esfuerzo realizado, con un éxito que ensombrece cualquier medalla que otros quieran ponerse o incluso se hayan puesto por ser quienes son. El rendimiento de cara al futuro será importante. Una vez más se verá que invirtiendo un euro se pueden recoger muchos, traducidos además como proyección turística, de imagen, y sobre todo de saber hacer. Pero uno echa de menos una serie de actos que hubiesen acompañado a los meramente deportivos, que hubiesen elevado a categoría excepcional algo que lo merecía. El resto, fuera de la competición, ha sido bastante minimalista, y ha dejado pasar una oportunidad de oro para proyectar una imagen de ciudad más allá de la Alhambra, una provincia que ofrece algo más que unos palacios árabes. Pero lo no hecho sin hacer queda. No obstante, quiero resaltar a los mil voluntarios que hemos visto vestidos de azul por los recintos que se han acondicionado para este evento. Jóvenes y no tan jóvenes que han invertido su tiempo para que todo salga no bien, sino muy bien, excepcionalmente bien, aunque esto ya deja de ser una singularidad vistos los resultados que uno tras otro vienen quedando de cada celebración que tiene lugar en Granada, y ello a pesar de las luchas intestinas que los altos jefes, algunos de ellos, con confrontación velada incluida, mantienen entre sí al creer que realzan así al partido que los sustenta. Qué error tan enorme, cuándo aprenderá quien así ejerce que la gente está más interesada en resultados que en críticas, máxime cuando estas al final se muestran infundadas. Pero volvamos a los voluntarios, esos peces de colores que han puesto sus manos y sus inteligencias al servicio de una Universiada que ha vuelto a refrescar la imagen de esta ciudad en el mundo, y también en el deporte, y también en el universitario. Ellos saben que han sido fundamentales, como lo son en cuantas actividades se desarrollan aquí. Alguien debería ponerles las medallas correspondientes, aunque ellos desde su anonimato nunca lo pedirán.