A veces uno piensa que vive en una sociedad desconocida. Algunos se han ocupado de establecer líneas por las que hay que moverse, y quien sale de ellas es marginado sin piedad. Estas líneas sirven a un poder autoestablecido que impone modelos a través de los medios que controla. La sociedad parece tranquila, pero la realidad es otra, más bien está contenida. Apenas se rasca un poco en la superficie se ve el enorme grado de vulnerabilidad y susceptibilidad existentes. Esto se muestra con claridad cuando descendemos en círculos y nos aproximamos más al individuo. Las ciudades y pueblos están comenzando a hervir, apenas es aún perceptible, solo metiendo la mano se nota el aumento de temperatura. La disconformidad con lo que ahora hay se visualiza en las encuestas sobre intención de voto para las elecciones del próximo domingo. Los resultados de estas serán buen reflejo del hartazgo social. Se pueden dar muchas lecturas, pero entiendo que no se trata solo de aceptación o rechazo a ciertos partidos, es cansancio, aborrecimiento, y ahí pagan justos por pecadores, porque se tiende a confundir la institución con algunos que en ella trabajan, o de ella viven. Las posturas de los partidos en estos últimos tiempos han favorecido que otros lleguen, casi sin ganárselo, a ocupar espacios que los de siempre están dejándoles por falta de renovación, que se la da la calle, la realidad, la búsqueda de soluciones para la gente corriente, que es quien va a votar. El voto del parado es igual que el del capitalista. Son los votos de quienes están sufriendo este hervir social los que cambiarán o no las cosas. El otro podrá poner pasta en las campañas, amañar las televisiones, manipular los mensajes, pero al fin será la gente que busca y no encuentra, la gente de siempre, la que vive de sus manos, de su trabajo, o la que no ceja en sufrir las malas consecuencias de la situación actual la que decidirá. Espanta que se llegue a creer que solo tienen credibilidad aquellos que la televisión nos impone, frente a quienes están cerca, que suelen ser víctimas de ataques y desprestigios gratuitos. Los modelos que día a día se visualizan los vemos repetidos en círculos restringidos, en los que antes existía respeto, educación. El ansia por el dinero está desarrollando actitudes que parecen de otras épocas muy anteriores; la naturaleza humana se ha envilecido, falta sociabilidad, falta educación, falta amabilidad, falta diálogo. Quien más grita se lleva el gato al agua, y quien más poder tiene lo ejerce con dureza sobre quienes están por debajo. Solo algo nos iguala, pero ya en ese momento es demasiado tarde. Las elecciones están ahí, las urnas están abiertas, el futuro está por llegar y el pasado ha de ser una referencia para construirlo, pero para eso es precisa la memoria y la voluntad, y un proyecto. Hay quien espera cómodamente a que la olla rompa a hervir para preparar su propia sopa.
Que esta sea la oportunidad para que los marginados, que siempre son más que las étiles que están en el poder, marquen con sus votos un nuevo rumbo para sus propias vidas. Les deseo la mejor de las suertes en esta contienda democrática.