Pareciese que una parte de nuestra sociedad se hubiese convertido en el reino de los chismes, que son aquellos decires que malversadoramente bullen de boca en boca sin apenas rozar el cerebro. Engendrados en la malicia ocupan espacios temporales entre quienes suelen adolecer de vidas propias, existencias vacías que ornan con inventos o tergiversaciones sobre otros, y que generalmente suelen conllevar placer a la boca del estómago del diseminador. El chisme está llamado a ser transmitido como los virus, contaminando al que lo recibe, quien generalmente amplifica su poder antes de relanzarlo a oídos prestos que sin tamizarlo lo escupen al aire. A veces estas paradojas verbales se topan con seres que los acribillan, exigiendo pruebas reales sobre lo que les intentan inyectar. En esos muros, al no ser más que vaciedades, rebotan y buscan nuevos portadores. Como toda consecuencia, el chisme tiene causas que lo genera, la envidia, la deshonestidad, el vacío del alma, la impotencia, la maldad, y sobre todo la ausencia de una vida propia llena de incentivos, de retos, de vivencias atractivas, por lo que su generación suele ser óptima en las vidas estercoladas y miserables. Por supuesto que a veces es usado con fines muy determinados, malignos por lo general, pero en otras ocasiones es fruto sencillo y cruel del entretenimiento o de la cultura soterrada del disimulo y de hacer que se mire para otro lado, pues a lo peor comenzaban a fijarse en algo inconveniente para quien lo genera. Los portadores de chismes suelen reírse de esas víctimas a las que ellos juzgan, miden o atropellan, pero ignoran, pues su intelecto no suele ser muy elevado, que desde ese preciso instante ellos mismos están entrando en el listado de candidatos a ser mortificados por la chismología, pues al fin el círculo siempre se cierra en el punto donde se origina, cuestión esta que raramente se tiene en cuenta por estos seres que pueden llegar a ser abyectos o simplemente unos pobres idiotas.
Lamentablemente el chisme ha invadido redes sociales, medios de comunicación y ha roto las barreras del boca a boca. Ahora, guasap, chat y demás extensiones internautas están plagadas de ‘cosas’ sin verisimilitud contrastada, con solvencia barciana y aroma putrefacto envueltos en palabras de celofán. Vuelan por las redes y se multiplican exponencialmente. A menor capacidad de análisis del receptor mayor fuerza cobran. Esto, unido a su aceptación en determinadas televisiones, que han visto en estas cosillas un cebo para atrapar a una audiencia que se aburre, ha hecho que la chismología alcance cotas solo equiparables a los niveles que se pretenden de la población. Espero que no lo consigan, porque el siglo XXI acaba de comenzar, y la historia nos enseña que mientras más embrutecida está una población más fácil es su manipulación hasta límites crueles. Siempre, en el comienzo, hay alguien a quien todo esto le viene muy bien, porque así entretiene al personal con chácharas lejanas a la realidad que perjudica al iniciador de perversiones.
Interesante tu artículo, Juan de Dios. Me pregunto si a esta práctica del chisme o rumor se le puede considerar como rasgos de una personalidad perversa. Porque si así fuera, hay mucho pervers@ fuera del psiquiátrico.