Para Martínez Pujalte, cobrar 5.000 euros al mes por echar unas charlas con el jefe de una empresa de construcción que trabaja para el sector público entra dentro del marco legal en su papel de diputado, incluso de portavoz del Partido Popular en el Congreso. Ve bien que Trillo, que no sabía si estaba en Honduras o en El Salvador cuando ministeriaba los asuntos españoles por el mundo, que presidió el Congreso de los Diputados, cobre más dinero por tareas similares; o Conde, ese diputado del PP que no dice a lo que se dedica fuera del Congreso. Y es que en este país hablar, según con quien y de qué puede suponer significativas cantidades. Por ejemplo, si usted habla con el presidente de su comunidad de vecinos pues probablemente le caiga el marrón de cambiar alguna bombilla, pero si lo hace con el pequeño Nicolás es posible que consiga un contrato en alguna administración. Claro que corre el riesgo de acabar en la cárcel junto al expresidente de Baleares o del exgerente del PP, un tal Bárcenas, quien lleva tiempo sin hablar con nadie, tal vez porque con lo último que dijo fuese suficiente para que le mejorasen sus parlamentos. El caso es que hablar siempre ha tenido consecuencias, pero no las mismas en todos aunque hablen de lo mismo. Así, si usted en su tertulia sugiere y da pistas, o convicciones para que su interlocutor pueda pegar un buen pelotazo, y además es persona influyente en lugar donde puedan tomarse determinadas decisiones pues igual le produce un beneficio que le permite cotizar doblemente a Hacienda, esa que somos todos, aunque unos más que otros, salvo que el beneficio venga ensobrado y camuflado, con lo que entonces tendrá que negarlo y buscar un paraíso donde lo acogerán con brazos y puertas abiertas. Y es que esto de la política tiene mucho de palabra y de palabrería. Las cosas pueden ser legales, aunque rocen la legitimidad, la ética y bonhomía. Un poner, que un señor, o señora, que ha sido elegido para trabajar durante cuatro años para todos los españoles, que somos unos cuantos, con la situación en la que está ahora este país, con el salario que cobra y los pluses que le quedan, en lugar de dedicar todo su esfuerzo a trabajar de diputado, a lo que se presentó libremente, se dedique a hacer otras cosas, aunque sea hablar, que le reporten unas cantidades dinerarias es cuanto menos reprobable. Claro es que esto depende también de la perspectiva desde la que se mire, porque si se hace desde una ideología en la que el dinero y el capital son lo primero para el individuo en cuestión entonces todo cambia. Este señor, o señora, entonces es un campeón digno de imitar en su fondo y en su forma, puesto que lo importante es ganar pasta, siempre que no se infrinja la ley, y la ciudadanía al final queda como sostén de principios y pagana de arbitrios que permitan a estos señores seguir viviendo como algunos viven.