Viven en un submundo, aunque ellos creen que es un súper mundo y actúan según esa creencia. No todos, es evidente que eso no es así, pero sí una escandalosa minoría que se ve como simbólica mayoría. Llegan tarde a las reuniones de grupo, hablan cuando deben escuchar, se ríen de los oradores, y cuando oran ellos buscan agradar a sus parroquianos más que meter los dedos y la palabra en el fondo del asunto. Y así, buscan chistes fáciles y melifluos buscando la empatía del personal con sus gracietas y contoneos verbales que solo marcan el ninguneo al lugar en el que se encuentran, y lo consiguen, de sus adeptos, de sus seguidores, de quienes comen de ellos y con ellos. No, el país no está para ironías, chistes, gaitas ni gaiteiros. Ni para seguir perdiendo en tiempo con discursos florales o ajenos a las realidades. El país está para que estos bien pagados se pongan a trabajar y dejen de patear, silbar, llegar tarde y aparentar divertimentos cuando saben que lo tienen todo perdido, menos su buena nómina a final de mes y el asiento reservado en el avión, que no pagan ellos. Tienen la obligación de ponerse de acuerdo por encima de sus intereses personales y de grupo, pero no les interesa. Otras elecciones más para sus aparatos. Y así van, y les va bien, muy bien, y si hay que repetir las elecciones pues que se repitan. De todas formas piensan que ellos seguirán en las listas, todos menos uno que parece que está ‘huyío’. Juegan a simpatizar adeptos y a quedar bien, pero no deja de ser un juego. Hay quien se toma su papel en serio, y lucha por alcanzar un acuerdo que permita que este país salga de una vez del marasmo en el que lleva metido un lustro, y por conseguir que quienes están pagando las consecuencias de unas maldades que ellos no originaron dejen de hacerlo, y que se restaure en la medida de lo posible un equilibrio social que permita que el personal tenga algunas posibilidades de alcanzar una dignidad vital que algunos solo desean para ellos mismos. No lo va a conseguir, hoy tampoco. Hay otros intereses. Hace falta mucha educación entre determinada clase política, en esa que se cree en la nube, con potestad para hacer y deshacer a su antojo, para reír y hacer llorar, para cambiar las cosas porque sí. Hace falta educación y unas buenas gafas, porque algunos a simple vista aún no se han dado cuenta de que esto es otra cosa, de que las circunstancias han cambiado, pero también ha cambiado la base de esas circunstancias, de que la gente ya no se lo crea todo, y de que la pureza original no existe ni en las ideas, porque las ideas también evolucionan, aunque en algunos parecen más involucionar.