Pues eso, que como el domingo volvimos a votar (cual efecto re-vote por la testarudez de muchos de los elegidos en diciembre y su manifiesta incapacidad para moverse un milímetro de sus ancestrales posiciones), todas las armas estaban permitidas (que se lo pregunten al ministro de la policía). Y es que esto hay quien lo entiende como una guerra, en la que se mueven todas las armas posibles para arañar aunque sea unas células de la piel del enemigo. Y en esas estamos, en nuestra Granada, en la que cualquier cambio es retrasado o anulado por intereses de que nada cambie. Chinorros en los zapatos, por eso se ha procurado retrasar el metro con la paralización de las obras en la travesía de los terrenos de la estación, con mil frenadas en los trayectos…, igual ocurre con las obras del AVE, que a saber cuándo acabarán y cómo acabarán; no recordaremos las trabas a cada avance en la ciudad, con reticencias mil y debates estériles que solo condujeron a su retraso infinito. Y ahora toca el hospital del Sur, tras un año planificando su puesta en marcha, tras los duros problemas que ha habido que sortear, y justo unos días antes de las elecciones todo se pinta catastrófico, el señor de todos los diablos, el mal de los males, el hundimiento de economías y planes de vida, la maldad hecha carne en el cuerpo de Manuel Bayona. Y salen carteles, y se montan manifestaciones, justamente ahora, en las semanas previas a las elecciones, no hace seis meses, ni un año. No, hay que darle caña a la Junta de Andalucía y al PSOE, enemigos electorales, y todo vale, y esto es una perita en dulce porque en cualquier acontecimiento de este tipo siempre hay perjudicados, y es menester movilizarlos para hacer el ruido preciso y destacar lo malos que son estos socialistas que parecen salidos de la caldera de Pedro Botero. No se tienen en cuenta las pésimas condiciones del hospital clínico, donde su tercermundismo en algunas de sus instalaciones atenta ya contra la vida de algunos pacientes. No, no se miran las condiciones de trabajo del personal una vez dentro del complejo hospitalario. Se prefiere orientar la mirada hacia intereses personales y políticos. El bien general queda en tercer plano. Solo una cuestión: existen serios problemas que solventar con esta reordenación hospitalaria, seguro que sí, pero supongo que quienes se encargan de ello no son tan necios, aunque quienes buscan entre lo oscuro así los verán, como para no ir resolviendo cuantas dificultades surjan, entre todos, porque la inteligencia se reparte casi de forma equitativa, la diferencia está en la voluntad por el bien común o por el bien particular. Y eso es inconfesable, como las fidelidades ciegas. Insisto en la necesidad de resolver ya los problemas asistenciales antes de que lleguen, como los de transporte y logística, y espero que se resuelvan más pronto que tarde. Leña al fuego.