Mandan raíles. Que Orense es una ciudad maravillosa no lo vamos a negar, con su fuente de aguas termales y su gastronomía. Que no le quitamos nada a nadie, pero eso no es óbice para que una vez más tengamos el ejemplo de la comparación al alcance de las mismas narices. Ahora me gustaría a mí escuchar a los dirigentes del Partido Popular justificando que la inversión que se propuso hace años, muchos, en la ciudad de Granada, era una barbaridad, que aquí mantendríamos la misma estación, no la diseñada por Moneo, que el tren no podría llegar soterrado porque costaba mucha pasta y no la había, que de doble vía hasta Granada nada de nada, que en el plazo de veinte o treinta años se podría hacer, que había que ser solidarios cuando estamos en crisis. Eso lo dijeron los altos representantes del PP, entonces gobernantes de Ayuntamiento y de Diputación. Y todos los que en sus filas militaban y cuantos con sus votos los mantenían guardaban un silencio sepulcral, algunos tapándose la cara de vergüenza y otros los ojos para que no se vieran las lágrimas… de la risa que les daba, pues era una forma de escabullir una solución ridícula y que ofendía a cualquiera que tuviese dos dedos de luces. Pero aquí estamos que apenas se aproximaban unas elecciones, por repetición, la ministra, esa misma que ignoró al alcalde nazarí, a la que hasta la denostada Isabel cuestionó en su decisión, contra la que el anterior alcalde hizo una cosita como un amago de rebeldía cuando la minoría le apretaba la barriga en el ayuntamiento, que después vio que no era suyo, pues esa ministra va y firma una estación de tren, del mismo Moneo, en Orense por valor de cien millones de euros, que luego serán más. Y esto en la misma semana en la que el alcalde de Granada, el nuevo, y el presidente de la diputación fueron ninguneados por un alto cargo del ministerio del asunto aquí mismo. Y luego vendrán a decir que nos quejamos, que somos la tierra de los llantos y del chavico. Pero es que tiene narices la cosa. No vamos a comparar estas dos ciudades. Cada cual valora lo suyo, pero allá arriba, donde Rajoy y el conservadurismo nacional tiene sus raíces más ancestrales sí puede llegar un AVE como está mandado, y aquí no, donde las cosas podrían ser diferentes, o tal vez porque los dirigentes no apretaron donde debieron hacerlo. Sabemos que no todos somos iguales, eso es algo manifiesto y evidente, pero la desfachatez de cosas como esta dejan a las claras que al final la política queda reducida al arte de poner contenta a la sementera propia, si es que se manda, y lo demás es pura parafernalia y postureo, en ocasiones de unos cuantos que se aficionaron a vivir de ella desde su más tierna juventud y aspiran a jubilarse pegaditos a sus ubres. Quince meses sin tren.