Ignoro si el primo de Rajoy, que le dijo que esto del calentamiento global era una broma, sigue pensando igual. Dicen los que se dedican a investigar esas cosas que los últimos tiempos son los más calientes de la historia desde que se inventó el termómetro. Añaden que dentro de 5.000 años ya apenas recordaremos a Barcelona, Londres, Venecia, ni la playa de la Cagaílla en nuestra costa, que la mar se lo va a quedar todo, aunque si para entonces la Sagrada Familia ya ha sido acabada supongo que quedarán algunas de sus torres por encima de las aguas señalando la esencia humana. Para entonces las neuronas nuestras estarán en estado de karma, como las de los políticos de ahora, quienes deberían ocuparse más de estas cosas y menos de las que vienen a tocarnos las gónadas al común de los mortales, discutiendo sobre lo que los otros deben votar en las investiduras, esta especie de juego de tronos en el que están instalados en los últimos tiempos. El caso es que el personal no para de sudar en verano y de helarse en invierno, más aún cuando la banca, que siempre gana, recupera el pulso de las ganancias, entre otras cosas por la inyección de miles de millones de euros del gobierno, que ahora está en funciones, o lo que queda de él después de que muchos de sus ministros y ministras hayan debido marcharse por la gatera. Aquellos miles de millones están rentándoles, y la ausencia de esos dineros en las arcas públicas también, y si no pregunte a quienes han visto cómo su vida padece estos rigores del cambio climático, y sus despensas son distraídas por las pensiones de sus mayores, de cuya caja se van extrayendo de tal forma que hiela intuir su vacío cuando lleguemos quienes hasta ahora la mantenemos con nuestro sudor. Cómo no van a incrementar sus beneficios con las apreturas metidas en lo que era un servicio público, cuando en los pueblos había sucursales a las que se acercaba el vecindario, y era conocido por su nombre y mote, y ahora vemos el cierre de oficinas porque ya no son rentables, porque los que tienen dineros los manejan desde la Red, y los que no tienen ni se atreven a pedirlos pues suponen que les van a dar calabazas. Y es que el cambio climático, ese que nos hará olvidar Londres y la Cagaílla, ha llegado ya a nuestra sociedad como intereses de unos, defendidos por quienes tendrían que dar la cara por los otros, y dentro de 5.000 años, cuando nuestras neuronas duerman el sueño de los justos, esto habrá cambiado tanto que habrán enseñado a la población mundana que quede a no comer, no hablar y a mirar sin ver, porque si lo que hay que ver es esto las lágrimas inundarán los ojos al contemplar en qué manos están, pero usted calle y atienda, que esto no durará tanto. Se lo cargan antes.