Mientras Rajoy camina con pasos desaforados por los campos gallegos, con marcial compás de brazos, manos y piernas, esperando que el PSOE haga con él lo que él le negó hace unos meses cuando Pedro optó a la presidencia; mientras el sueño de los justos parece haberse apropiado de las mentes hispanas y el bostezo desencaja las mandíbulas más soñolientas, mientras agosto agosta las intenciones del personal que busca las sombras donde protegerse de las calenturas estivales, los españoles estamos a la busca y captura de los Pokemon Go. Es cierto que se ha prohibido este ejercicio logístico en los acuartelamientos, lo que garantiza que al menos en algunos sitios se puede estar tranquilo sabiendo que no te perseguirán móvil en mano los cazadores de estos bichejos virtuales, los mismos cazadores que en su más tierna infancia cuidaban, alimentaban, limpiaban y acunaban a los tamagotchis. Este país está de vacaciones, pero no solo durante este verano. Así lleva desde el pasado mes de noviembre, cuando se convocaron las primeras elecciones. Algunos callan, y otros es mejor que no hablen, porque lo que dicen solo muestra su estado catatónico. Y los presupuestos frenados en seco por ese animal político de sonrisa seductora, Montoro, cuyo apellido se asemeja a un magnífico ron, pero sin su sabor, y su imagen es sacada de los cuentos de leyendas, y nos frena incluso lo que aún no rueda, versus AVE granadina. Y en el PP se reúnen para decidir si les parece bien estar de acuerdo con que quienes estén imputados por corrupción sean apartados de la política, y limitar los mandatos a ocho años, que algunos entraron con melenita juvenil y ahí siguen peinando pelos hincados de cejas para arriba; y suprimir los aforamientos, esas cosas que los inmunizan de todo menos de la dureza facial, y si delinquen que lo paguen como cualquiera, cosas elementales que nos alejen ya de tanto privilegio como tienen algunos. Pero les cuesta, y puede ser normal, porque solo viven en y desde esos ámbitos de cortinajes, alfombras y ampulosidades, y con sonrisas virtuales de fábrica. Y mientras, nuestra gente sigue cazando Pokemon Go, por entretenerse en algo, porque prefiere pasar el tiempo antes con esos bichejos que con las encarnaduras de algunos de nuestros políticos en los que están dejando de creer. Y las culpas siempre las tendrán otros, aquí nadie es capaz de dar, de ceder si no recibe a cambio más de lo que ofrece, anteponiendo sus propios intereses a los del común de los mortales, que suele estar colocado paradójicamente como excusa para que el contrario mueva ficha en función de los intereses del interdicto. Y Rajoy sigue caminando, a paso ligero, marcial y seguido por guardaespaldas que piensan que por qué no jugará al dominó en vacaciones, como todo hijo de vecino ya a su edad, que los debe tener fritos con ese arte que el señor le ha dado.