Algo está cambiando, o eso es lo que parece. Granada ha estado dormida, o adormilada, durante años, décadas, siglos. Desde septiembre la ciudad se ha echado a la calle para exigir, protestar, intentar poner las cosas en su sitio. Una con motivo de la marginación que el gobierno del PP lleva colocándola en comunicaciones, dejándola aislada, como si fuese un cortijo en medio de un páramo. Como consecuencia de aquella movida el ministro vino la semana pasada y propuso alguna solución, pero el AVE será más correcaminos con las propuestas que ha puesto sobre la mesa.
La otra manifestación rompió los silencios granadinos este domingo. Mucha gente para lo que estamos acostumbrados, mucha. Independientemente de que la ciudadanía pidiese dos hospitales con el cien por cien de todo, se denotan varias cosas de la lectura de esta muchedumbre por las calles. La primera es la nefasta política de comunicación de la Junta de Andalucía. Los responsables políticos granadinos están ocultos. ¿Es tan difícil salir a los medios, a informar, a explicar, a hacer pedagogía de las cosas? Es preciso hacerle llegar a la gente el por qué y el para qué de las actuaciones que se desarrollan. No basta con una nota de prensa, o con una rueda informativa ante los medios de comunicación, o con un anuncio. Hay que predicar beneficios y retos, y la causa de no llegar más allá. Y hay que dar la cara para lo bueno y también para las restricciones. La gente entiende las cosas cuando se le explican, y estar en los despachos no es bueno, salvo que la pretensión sea no salir de ellos. No voy a entrar en las causas que han motivado esta movida ciudadana, pero lo cierto es que desde las autoridades sanitarias han llegado tarde las explicaciones. Y tal vez han minusvalorado la fuerza de las redes sociales, y de la capacidad de movilización de quienes trabajan en la sanidad granadina. Es posible que ahora se busquen cabezas para sazonar esta victoria de los convocantes. Sería un error, lo que es preciso es dar respuestas y soluciones oportunas. Porque es imposible que casi cincuenta mil personas salgan a la calle sin razones, por muy buen día de domingo que amanezca. Soluciones y miras de altura, que aquí somos muy dados a decapitar para que las lenguas callen, mientras unos pocos, los de siempre, de todos lados, no se piense que esto es de una sola orilla, intentan sacar la ventaja oportuna. No hay río sin dos orillas, y los demás solo navegamos por él o estamos en tierra que creemos firme. Espero que esta ciudad siga con esa fuerza recién estrenada de manifestarse, de dar un puñetazo sobre la mesa, pero para todo lo que sea preciso, no solo para aquellas cuestiones de las que algunos sacarán tajada. Hay tantas cosas que resolver… Y al igual que el anterior alcalde siempre echaba la culpa a la Junta, espero y confío en que Paco oriente mejor los intereses de la ciudad.
Es una lástima que ocurran estas cosas con lo hermosa que es Granada.
La hermosura debe estar también en el alma de las personas, y esta debe estar permanentemente activada, de lo contrario se va secando poco a poco como las plantas que no se riegan. Granada es hermosa, pero debe también ser vigorosa.