Que ya hemos salido de la crisis, que ya se generan contratos laborales en este país para el personal. Mensaje discreto y que, como agua fina, va calando en la población. Aumento del consumo y confianza en los gobernantes. Pero lo que la verdad esconde es que esa agua fina arrastra todo el polvo en suspensión que flota en el aire de forma real, visible, respirable, y lo precipita al suelo como un barro que nos hace sentir la realidad. Nadie se escapa, y antes o después ese barro llega hasta lo más íntimo de los hogares. Y aguarde a quitarlo unos días. Comprobará que lo tiene incrustado en todas las rendijas de su hábitat. Y así es la realidad de este trabajo que vende el gobierno como la panacea de su gestión, un trabajo que se basa en que la mitad de los contratos que se firmaron en esta tierra nazarí fueron de menos de un mes. Que alrededor del veintisiete por ciento de esos contratos fueron por menos de una semana; que solo el cinco por ciento superaron los tres meses de duración. Y así se vende la moto. Y así nos luce el pelo. Esto por un lado, el otro lado oscuro de la Luna está en los salarios, pagando al personal con auténtica pordiosería, enriqueciendo mucho más a quienes siempre se enriquecieron, y haciendo mendigar a los nuevos trabajadores, consiguiendo que sean dependientes para poder comer de sus propias familias, porque con lo que se les paga apenas les llega para cubrir los gastos mínimos. Mientras tanto, siguen yéndose de rositas los grandes defraudadores, los desfalcadores, los que han estado esquilmando los dineros de este país a manos llenas ayudándose de sus posiciones de privilegio, dadas por su natural condición, y apoyados por quienes aún están ahí. Y no se nos cae la cara de vergüenza cuando permitimos que sigan pavoneándose ante nosotros, con miradas insultantes, semejantes a seres venidos de otro mundo, ungidos por una gracia divina que los hace merecedores de todo lo mejor, porque así debe ser.
No, el polvo sigue en suspensión, nuestra sociedad sigue en situaciones de miseria que solo no las ve quien se niega a girar aunque sea un poco la cabeza, o quien interesadamente las rechaza porque esos que se encuentran en esa miseria son los culpables de su propia situación, porque quieren lo que no es suyo, porque visten mal, huelen mal y no se merecen siquiera estar en esta sociedad que tanto ha costado levantar a quienes verdaderamente la han levantado, con su unción divina. Y si se les da un contrato de siete días y un salario de treinta euros por diez horas de trabajo ya deben estar satisfechos, ellos no son los ungidos, no se han esforzado, solo quieren vivir del cuento, del paro y de la caridad. Y así el gobierno saca pecho, con estos datos del descenso del paro, que el incremento del empleo es otra cosa bien diferente. Y empieza marzo.