Hoy es el día de la mujer. Caben algunas reflexiones, con segundas intenciones. La direccionalidad es siempre la misma. Acaso han cambiado las cosas desde aquellos tiempos en los que la mujer era objeto de uso en el mantenimiento de la vida, sin más referencias que las otorgadas por el varón, poseedor de conocimientos sublimes mientras ella se ocupaba de lo mundanal, de la crianza, de la alimentación, de lo tangible, de aquellas cosas que no precisaban más que rutina y aprendizaje básico, rutinas que eran seguidas una tras otra por mujeres encadenadas a lo largo de una historia no escrita, porque no interesaba, porque era la misma que fue y la misma que sería, por lo que no precisaba más que dejarla ir, como las aguas de los ríos, que siendo todas distintas, todas son las mismas, y pasan hasta llegar a la mar, que es el morir, mientras otras recorren los mismos cauces sin ocuparse de las que las precedieron o las que las seguirán. Acaso han cambiado las cosas cuando ella ha de dejar su progresión vital por el deber sagrado de las ocupaciones familiares, inexcusables porque son cosas de mujeres, auspiciadas por muchas otras que no quieren ver esas cosas de otra manera, por muchos otros bien interesados en que las cosas antes dichas sigan igual, que nada cambie para que todo les vaya bien. Acaso no hay quienes usan las costumbres para vivir como reyes, sublimadas las princesas en torres de marfil con techos de cristal. La injusticia social campa por las aceras, monta en coches, se publica en los periódicos y es bendecida por los próceres que manejan las claves sociales que imperan desde los tiempos en los que la fuerza física era la dominante. Ya ellas intentan cambiar las cosas, con su esfuerzo e incluso la oposición de quienes sustentan las tradiciones malévolas, que no todas las pasadas, siendo sustento del presente, traen un futuro halagüeño. Y está escrito, porque ellos fueron quienes lo escribieron, y está ahí, para ser cambiado, sin mover montañas, sin gritos ni sangres, porque es de justicia que todas las personas tengan los mismos derechos como todas tienen las mismas obligaciones, derechos a acertar y a errar, a crecer y a menguar, a respetar y a ser respetadas, a mirar de frente y de espaldas, a amar y a ser amadas como cada cual precise, a educar y a ser educada, a limpiar y a ser limpiada, a brillar y a apagarse. Igualdad, libertad para alcanzarla, respeto al conseguirla, y también si se fracasa en cuantos intentos sean precisos; respaldo social de una sociedad que es de la persona, sin más distingos que las ganas, energías, conocimientos, voluntades, sacrificios, carne y sangre, inteligencia puesta en ella. Quién dictamina sobre el espíritu ajeno con el poder otorgado por quien no lo tiene, porque nadie tiene el poder del espíritu ajeno. Igualdad real, todo lo demás son cantos de sirenos interesados en que todo debe cambiar para que todo siga igual.