¿Quién tiene el poder sobre la vida y la muerte? ¿A quién se le ha otorgado la opción de golpear? ¿Quién mira hacia otro lado mientras esto sucede? ¿Por qué te callas cuando contemplas estas violaciones? ¿Cuántas mujeres han de quedar lisiadas para el resto de su vida por un golpe, siempre malo, y callan, siempre callan? ¿Por qué el silencio? ¿Por qué la manipulación? ¿Por qué hay quien utiliza esa sensibilidad también para atacar sin mirar las consecuencias? ¿Hasta cuándo hay que callar, que cerrar los ojos, que apagar los sentidos? ¿Dónde está la educación de esta sociedad súper moderna que se ha acostumbrado a que cada año decenas de mujeres mueran a manos de sus amadas parejas, que cientos de mujeres queden tullidas para siempre, que miles de mujeres sean agredidas por ese puñado de varones ungidos por una gracia que los ampara ante incluso sus propias familias que los tapan, que los ocultan, que los protegen? ¿Cuándo llegará el momento en el que maltratar a otra persona sea un hecho tan deleznable como para ser repudiado de forma inmediata por la totalidad de quienes rodean al agresor, el momento en el que no se buscarán las explicaciones a la violencia familiar? No hay un perfil de agresor, como no lo hay de víctima en líneas generales. El agresor puede ir de traje, o de mono, o de zapatos de lujo, porque la agresividad va en el interior de estos descerebrados. No lo busquemos por fuera, por fuera engañan, mienten, incluso con sonrisas amables. Y ella, la agredida, quien se avergüenza muchas veces de lo que le está ocurriendo, que tiene miedo a ser estigmatizada por este hecho, que puede encontrarse incrédula ante quien la agrede, la insulta, le roba, la margina, la ignora, la desprecia, la menosprecia, y luego le dice que si necesita algo que cuente con él, que él la quiere…, y ella lo cree. Y, ¿qué hacer? Dónde está la sociedad ante estos hechos, dónde está la educación, la educación global, la educación en igualdad, en la que se destete a los machitos de esa sensación de ser mejores que ellas, de ser más grandes, de ser futuros verdugos. Aquel polaco que manifestó en la sede europea de la Unión que ellas son inferiores, en este momento debió salir esposado del Parlamento, y sin embargo hay muchas gentes que piensan así, y así lo practican cuando ellas cobran menos, cuando ellas trabajan más, cuando ellas llegan mucho menos lejos aun teniendo las mismas o más capacidades. Cuando ellas son asesinadas entre el silencio de quienes ya lo veían venir, ante el paraguas del refrán cada cual en su casa y Dios en la de todos, o de que cada cual lava sus trapos sucios en su casa, o tantos otros castellanos que en cierta manera están cobijando la opción del golpe. Cuando asesinan a una mujer se está asesinando a la sociedad, en Gabia o en el mundo entero, ¿por qué nos siguen matando?
Juan de Dios Villanueva Roa, aquí te mando una «perla», reciente, en boca de un concejal de un municipio colombiano, para que la tengas en tus archivos: «Las leyes son como las mujeres, se hicieron para violarlas». Aquí hemos puesto el grito más allá del cielo, pero todavía no pasa nada.
Es una lacra universal, y en algunos sitios aún se acentúa más que en otros. Falta mucho para eliminarla, pero la educación en los hogares, en los colegios y en la sociedad es fundamental.