Sí, no debiera ser de otra manera. Puede estar escrito que todos seamos iguales, que todos tengamos igualdad de derechos, posibilidades, libertad para que cada cual se desarrolle según sus capacidades y sus diferencias. Hay que facilitar los caminos para alcanzar la capacidad desde la libertad. El paraguas debe estar antes para los más desfavorecidos por esta sociedad que es injusta, y lo es con los más débiles. El respeto no consiste en hablar de usted, consiste en reconocer y respetar al otro tal cual es, desde todos los ángulos. Imponer es perder la razón, y aquellos que pretenden imponer sus pensamientos, ideologías, perspectivas, sobre todo cuando lo hacen por la fuerza, pierden totalmente la razón. Es la palabra la que nos lleva a la libertad, la palabra junto al respeto, junto a mirar que cada cual desarrolle su persona como entienda que debe hacerlo. La ley, que es la norma que la sociedad se autoimpone para avanzar, y también para protegerse de quienes ponen sus intereses por delante de los otros, ha de ser inflexible en la defensa de este camino de la igualdad. La diversidad es lo que enriquece a una sociedad, porque le da la fuerza de lo diferente, independientemente de que todos sus miembros tengan las mismas obligaciones básicas. Esa diversidad hace a los pueblos más fuertes y solidarios, puesto que nadie es más que nadie, y entre todos se complementan, siendo precisas todas las miradas, pues la suma de los diferentes pensamientos será la que más acerque a la realidad, a la objetividad. En este caso, la suma de subjetividades conforma la más palmaria concreción tangible. Porque la sociedad y sus elementos no son algo inamovible desde los tiempos pasados. Al contrario, la sociedad se basa en su historia, pero se construye en el día a día con quienes la conforman, y si estos elementos lo hacen desde su libertad, complementariedad, diferencias, palabras, y diversidad, si lo hacen con una igualdad de derechos y con las opciones individuales de desarrollo, esa sociedad será más fuerte, más permeable, más elástica, más cómoda, porque cada cual podrá encontrar su espacio sin que nadie se lo imponga. El amparo de unos hacia otros no puede llevar aparejada la imposición. La caridad debe ser transformada en la posibilidad factible de alcanzar lo que la libertad de cada cual, siempre bajo ese prisma que da el bien común, desee buscar y desarrollar de cara a vivir una vida única, improrrogable, y con las puertas que la intimidad de cada cual desee abrir o cerrar. El tiempo, ese intangible que lo escribe, pero también que lo borra todo, acaba facilitando o negando, mientras, nosotros, que vamos evolucionando en nuestro propio tiempo interno, podemos dejarnos arrastrar o darle el valor que necesitamos. Y para ello cada cual precisa respeto y libertad, sea como fuere, y quien piense que es mejor y que ha de imponer, tiene que saber que en su error está su propia diversidad.