Ya estamos otra vez con la misma película, la misma mediocridad, la misma tristeza en los gobernados. La tristeza es un estado de ánimo, generalmente perjudicial para quien la siente, y que llega cuando algo esperado no ocurre, o todo lo contrario. Aquí, en estas tierras nazaríes, la tristeza podría recorrer las calles por las dos aceras, pero es tapada por la corriente de turistas, interminable, que han venido a desplazar al granadinismo a esos centros comerciales que dan una temperatura ambiente más amable que la calle, con kilómetros de recorrido y perfectamente comunicados con el entorno si se acude en tranvía. Sí, estos centros no eliminan la tristeza, pero entretienen. Y es que el personal tiene fundados motivos para estas penas, que solo brotan cuando necesitas lo que fue prometido pero no llega, y enfervorecidos, saltan raudos los amanuenses, no a explicar por qué no llega aún, cuánto falta realmente y asumen que todo va como va. No, se dispara para todos sitios, sobre todo si las balas son gratuitas y de fogueo. El ‘y tú más’ es ya escandaloso, pero no pasa nada. Digo yo que sería necesario montar una manifestación contra los políticos que no cumplen pero que viven como marajás. Esos que siempre van a encontrar una excusa perfecta en lo que los otros no hicieron. Estos de aquí que utilizan la sinrazón del descrédito ajeno para justificar su impotencia. La impotencia, esa realidad que llega a todos, antes o después, porque la naturaleza es sabia y te señala el camino del retiro. Pero no sirve en política. Aquí no hay quien se vaya, y el que dice que se va, aspira a quedarse detrás como consejero. Su impotencia, esa que impide que las obras acaben, que los desespera y se aferran al otro, los otros. Y mientras, la ciudadanía va perdiendo la misma vida aguardando a que los servicios funcionen como es debido, en función de lo que le prometieron hace lustros, los mismos, incluso con los mismos nombres, o los mismos apellidos. La salida hace unos días del secretario general del Partido Popular a los medios fue evidente muestra de esta impotencia, que en su partido dirían diferida, al denunciar que el PSOE usa políticamente el retraso del AVE. Después de cientos de millones en pérdidas, de decenas de millones en viajecitos en autobús, de cientos de miles de horas de los viajeros perdidas en la carretera para coger el tren, del ridículo espantoso que hace esta ciudad con su entierro ferroviario, después de todo eso lo vergonzoso sería que los partidos políticos callasen. No, no puede seguir esto así. Hace tiempo que era hora de gestionar los asuntos de esta provincia como lo merecen, y quien lo hace mal, a su casa; y quien no sabe, a su casa; y quien solo justifica a los demás, a su casa. Esta provincia merece otra cosa. Pero mientras tanto, la ciudadanía se queda en su casa. El mundo al revés.