Que mire que dice que lleva el león en su casa cuarenta años. Pero el juez no se ha quedado de piedra, no lo ha creído. Pocos niños podrían jugar a caballitos con un león de 2.300 años. Y sin papeles, porque con esta antigüedad a ver quién los conserva. Y es que los hay con mucha imaginación para justificar las tropelías. Quien se dedica a esto del arte sabe que si alguien encuentra una pieza arqueológica tiene una primera y única obligación: informar a la Administración, porque es tesoro público.Pero este marchante de arte dijo haberlo encontrado en su casa, donde convivía con la familia desde los años setenta. Uno más, que además salía barato (ni comía ni precisaba cuidados), y además era muy rentable, pues cada año aumentaba su valor en 1.500€. Y es que los leones íberos son muy valiosos, los de piedra. Los otros, los que se encuentran apacentando por campos y ciudades ya son otra cosa. Estos se comen hasta las tortillas de patatas si les encarta. Y es que esto del bien público para algunos es muy relativo, se consideran ellos como ese público y se quedan con todo el bien. De echar un vistazo por los cortijos (los de los señores, no los de quienes tienen apenas unas hazas), los caserones con dobles puertas, los que son llamados de toda la vida, tal vez encontraríamos tanto bien público que se podrían llenar algunos museos. Recuerdo en un pueblo granadino en el que un habitante decía tener tantos objetos antiguos que apenas le cabían en su casa, en la misma plaza principal. Siempre me quedó la duda sobre la originalidad de aquellas espadas, sables, escudos, esculturas, cuadros…, porque era casi imposible acumular tanto en tan poco espacio, y que nadie percibiera aquella realidad. Jamás supe qué pasó con aquel supuesto tesoro. Pero la gente guarda, sobre todo los que tienen y pueden, aunque sean bienes públicos, por si en algún momento han de hacerlos plata que los saque de algún apuro; y mientras, solo a los más íntimos, o en pleno estado de euforia, los muestran como el que muestra un cachito de su alma, o de su carne. En este caso, la policía encontró al león íbero en una furgoneta camino de Madrid, casi como la otra policía, la germana, que encontró al otro león catalán en un coche por las autopistas alemanas. ‘Tengo un problema’, dijo. Y la gente independentista se lanzó contra los mozos de escuadra para pedir libertad e independencia, que ese otro león también es un bien común, aunque saliera por la gatera hace unos meses para convertirse en el turista europeo cuyas melenas han sido más perseguidas. Carles está en prisión, como algunos correligionarios llevan esos mismos meses, desde que él mostró a la justicia que la fuga no era probable, era una realidad, como lo han mostrado Rovira y Gabriel, cada uno y unas de un partido diferente, para que veamos que en los tres partidos hay gentes con grandes principios.