Si Spielberg se estuviese planteado ahora grabar ET, Granada sería un imaginario posible para la escena de este afectivo protagonista volando con su bicicleta sobre la Alhambra, con la sierra al fondo, con todos los voluntarios nazaríes tras ET en las bicis voladoras. Incluso la empresa china OFO habría sido la que facilitase los aparatos de forma altruista. Granada se habría convertido en la ciudad de los extraterrestres, aunque a veces uno piensa que ya lo es, pues aquí serían muy bienvenidos, como todos los foráneos. Y lo de las bicis voladoras no supondría impacto alguno. Aquí las tenemos voladoras, nadadoras, camperas, toreras, buceadoras… También las convertimos en modelos exclusivos, pues encontramos bicis modelo ruedas retorcidas sobre sí mismas, sin sillín, sin manillar, sin pedales, bicicletas para personas con una sola pierna, sin cabeza, bicis de una sola rueda… Una galería digna de la civilización que albergamos. OFO se ha dado un respiro, y está buscando unas bicis apropiadas a Granada, dice que más ligeras y resistentes. No se me ocurren bicis que aguanten la tralla de esta ciudad que un día fue reino. Tal vez un modelo que el ciclista lo incorpore a su propio organismo, bien encajado entre las posaderas, en su canal, soldado a las manos y con anclajes en los pies podría garantizar que este usuario tipo no la arrojara a alguno de nuestros ríos, ni que arrancara el sillín, ni que las voleara a los cables de la luz. Un perfil de bicichori, o choribici que los hiciera más veloces, casi como los velociraptors de Spielberg. Sí, 1.000 bicicletas han durado aquí menos que un billete de cien euros en la puerta de un banco. Y los chinos, que son más de mil millones, se van huyendo, o huyíos, que se presume decir en algún barrio. Vergüenza de la incivilidad nazarí, y los chinos buscando un modelo adecuado para esta ciudad. No se me ocurre ninguno, porque después de ver cómo se manejan los usuarios mayoritarios no me atrevería nada más que a decirles a los fabricantes que lo primero que han de verificar son los niveles de educación de esos ciclistas, esos jovencitos (no me cabe otra edad) que disfrutan destrozando lo ajeno, que lo propio lo obtienen con semejantes artes, y que los demás no podemos hacer más que sentir esa tristeza de ciudadanos que observan día tras día cómo una ciudad a la que se ama es vendida, insultada, vejada por unos pocos cuyo nivel educativo, social, cultural… se refleja en coger lo facilitado para mejorar la civilidad y volearlo a un río, a un tejado o a un vertedero, sin más placer a cambio que el ver cómo destroza lo que ni es suyo ni sabrá valorar en toda su vida. En estas manos estamos, mientras los demás aparentemente solo podemos sentir lástima de nosotros mismos. Algún día, tal vez, esto comience a cambiar, pero qué lejano está aún ese momento. Mientras, ya somos líderes en algo: espantar a los chinos a golpe de pedal.