Nos parece que esto no acabará nunca, que todos los días son iguales, que estamos presos por nosotros mismos, que la vida nos está engañando y vivimos un sueño imposible. ¿Cómo podíamos pensar que nos podía ocurrir a nosotros? Y es cierto, cada día es una nueva oportunidad, para convivir, pensar, para conocer a nuestros propios hijos. Y en esa tarea, bien está aprovechar el tiempo para hablar con ellos, situándonos en su edad, a su altura, en su nivel de comprensión, y hacerles ver cómo es la vida, la sociedad, lo que se espera de ellos, lo que ellos pueden esperar de sí mismos, conversar, aprender y enseñar, mucho más allá de los deberes de lengua o matemáticas que los maestros envían de manera eficiente. Tal vez comprendamos mejor la labor docente y sepamos valorar el trabajo que están haciendo por nosotros, padres, y no admitamos ya las devastadoras críticas que con frecuencia algunos lanzan contra ellos, sin más sentido que el propio sentimiento de inferioridad. Eduquemos a los niños ahora, es el mejor momento, enseñémoslos a vivir, a planificar, a disfrutar, a desarrollar sus gustos, su imaginación, el respeto por los demás, a tomar posturas y que nadie piense por ellos, a hacer bien las cosas por el gusto de hacerlas bien, a elegir y tener paciencia… Antes eran los padres (mejor dicho, las madres) quienes ponían las bases humanas de la persona, quienes transmitían los valores. Recuperemos ese rol ya que tenemos esta enorme oportunidad.