Ana Pastor ha vuelto a Granada, vestida de obrera recorre vías en lugar de asfalto, y se deja fotografiar con nuestro edil principal. Gestos serios, sol en la cara, y conversaciones que afectan al futuro de Granada, un futuro inacabado, como todos los futuros, pero aquí más inacabado que en la mayoría de los territorios hispanos. 2015 es la fecha en la que dice que llegará el AVE. No es cierto, llegará un tren, pero que habrá perdido su capacidad de AVE antes de llegar a Loja, apenas acabe la provincia de Málaga. Parece que son poco tres horas menos cuarto hasta Madrid, pero en realidad es mucho cuando podrían ser menos de dos. Y manteniendo partida la ciudad por sus vías, y a una estación del siglo XIX a la que se echará una capa de asfalto, se cambiarán los letreros y los bancos y se encalará antes de colocar los controles de pasajeros. No es cierto. Eso es una máquina imponente a velocidad de un mercancías atravesando las tierras nazaríes. Y después se estudiará el resto, en una segunda fase, cuando se hayan puesto de acuerdo los políticos. Bien se ha estudiado el carácter granadino la actual ministra, sabe que eso no ocurrirá, que siempre habrá quien se oponga, más aún cuando el partido de gobierno, el Partido Popular, o al menos el alcalde, propone una solución, la del Cerrillo de Maracena, que nadie considera conveniente. ¿Por qué hemos de pagar la ciudadanía granadina y nuestros visitantes las consecuencias de una crisis que ya nos afecta en tener la mayor tasa de parados, la mayor cantidad de emigrantes que se marchan, las autovías sin acabar, la segunda circunvalación durmiendo…, y ahora un AVE que llega como un tren cualquiera a una estación antiquísima cuando sí hay dinero para otras ciudades, por ejemplo Barcelona, donde ya van a por la segunda estación? Sin embargo, nos callamos y miramos para otro lado, y hasta justificamos los retrasos, cuyos culpables tienen nombre, apellidos y cargo en plaza que nosotros le damos con los votos, a pesar de todo. Resignación es la palabra, o tal vez son complejos, o quizá intereses de que las cosas han de ir despacio, muy despacio, casi como ese tren que llegará a Loja y los pasajeros sabrán que ya están en Granada, en la provincia, porque el tiempo hasta la capital será de propina. Intereses individuales, ni siquiera políticos, solo de aquellos que pudiendo lograr que los avances lleguen a una velocidad propician que se eche el freno de mano, aunque las ruedas humeen, ¿pero eso a quién importa? Siempre habrá bomberos meritorios cerca. Si la ministra fuese seria con Granada daría las soluciones ya, y pondría el dinero para hacer las cosas como se proyectaron, como han de ser, para toda la vida, por lo menos ochenta años. A ver si nos tratan como adultos de una vez.
Totalmente de acuerdo con la reflexión expuesta en el artículo.