La codicia de los hombres que dirigen grandes empresas no tiene medida, y la Ley no les alcanza de forma alguna, ni les importa, porque los mejores abogados están en sus nóminas. Ahí están las farmacéuticas, esas que cobran sus productos con márgenes de beneficios indecentes, y que lo son más cuando al aplicarlos impiden que los países más pobres puedan acceder a ellos. Una de estas máquinas de hacer dinero fue la farmacéutica alemana Grünenthal GMBH, que puso alrededor del comienzo de los años 60 en el mercado un producto calmante de las náuseas, vendido bajo los nombres Imidan, Varian, Contergan, Gluto Naftil… El resultado fue que miles de niños nacieron con malformaciones físicas, principalmente con acortamiento de las extremidades. En poco tiempo se dispararon estos nacimientos, y era entonces llamativo cómo en pueblos pequeños en una misma generación nacieran ocho, diez o quince cojos, o con brazos cortos, o sin ellos. Pero nadie sabía nada, o sí. Algo debían saber los laboratorios, puesto que retiraron el fármaco, eso sí, despacito, pues era una buena fuente de ganancias, y pasaron años desde que comenzó su retirada hasta que desapareció del mercado. Mientras, los niños seguían naciendo con esos ‘problemas’, pero la farmacéutica parecía no tener más que brazos largos para seguir amasando dineros. España fue uno de los últimos países donde se dejó de vender. Aquí las cosas buenas llegaban tarde, y las malas no había forma de erradicarlas, sobre todo si generaban beneficios a unos pocos, casi como ahora. Siempre son unos pocos, y casi siempre los mismos, quienes se benefician de estas situaciones. Muchos nacieron entonces víctimas de estos robos de cuerpo, y la vida les fue especialmente más dura que a los demás. Siempre vivieron con el miedo de la herencia genética en sus cabezas, además de las penurias que arrastraron y arrastran en sus cuerpos. Nadie dijo nada a sus madres, que pudieron mirarse a sí mismas como culpables; a sus familias, que gastaron lo que no tenían en médicos buscando soluciones. La Talidomida era algo desconocido que había sembrado sus vidas para siempre, pero con una ignorancia supina sobre ella. De haberlo sabido entonces, alguien debería haberse hecho cargo de gastos que cambiaron el rumbo de muchas familias; de una educación que pudo haber sido mucho más completa; de un futuro al que hubieron de enfrentarse con menos posibilidades que los demás. Ahora unos pocos van a ser resarcidos. Ahora, más de cincuenta años después. Y con todos los demás ¿qué pasará? Nada, que esos alemanes encerrados en un laboratorio mirarán hacia otro lado. Siempre fue así, y lo seguirá siendo, aunque en aquellos niños probablemente hay algo que nunca aceptarán, pues las risas, rezos y lástimas siempre quedarán en su memoria. Será la resignación la que no los alcance, pues siempre fueron los más luchadores, tenían que dar muchos más pasos para llegar al mismo sitio. Ahora, al menos, ya saben que no es cosa de genes, que es cosa de avaricia. Y contra ese mal humano los laboratorios no investigan.
Dr. Herman Cousy, professor emeritus at the Law School of the K.U.Leuven, teaches that
one often cites the Thalidomide (Contergan) case as an example of a development-risk («riesgos del desarrollo») situation
[as provided for in article 15(1)(b) of Directive 85/374 of 25 July 1985 of the EC Council relativa a la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros en materia de responsabilidad por los daños causados por productos defectuosos],
although it appears that when thalidomide was brought onto the German market, the product had been banned in France.
Can it be readily upheld, under such circumstances, asks Cousy, that the conditions for a development-risk situation were fulfilled? (1)
The judge nevertheless rules that thalidomide had not been properly tested by its manufacturer, then known as Chemie Grünenthal G.m.b.H., now known as Grünenthal G.m.b.H.
NOTE
(1)
Herman Cousy,
The Precautionary Principle: A Status Questionis,
The Geneva Papers on Risk and Insurance – Issues and Practice,
1996, 158, p. 163, note 28
https://www.genevaassociation.org/media/231494/ga1996_gp21%2879%29-cousy.pdf
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