2013 llega a su fin. Uvas, campanadas, supuesta alegría por el año que muere, y a cruzar los dedos, porque tal y como están las cosas, es cuestión de suerte que no nos pillen de nuevo. Atrás quedarán los sucesos de este año, en la cárcel algunos protagonistas, otros esperando a que los carceleros los encierren, unos disfrutando allende los mares, incluso habrá otros que lo celebrarán a cara descubierta pensando que nos tienen bien engañados. Como de todo hay, este 2013 también pasará a la historia por los fuertes empujones hacia la discapacidad de nuestro sistema, hacia la merma de derechos, los de todos, principalmente como siempre de los menos pudientes, en justicia, sanidad, educación, atención a los discapacitados y mayores, menguas de salarios, criminalización de parados, desorientación de la juventud, invitaciones a que nuestros mejor preparados se larguen fuera, en mutismos de los responsables, en intentos de enmudecer a la gente, en risas prepotentes de los que mandan, en algunos sindicalistas y empresarios desalmados, en muchos políticos falsos, tendenciosos, vividores y vagos, y en unos pasos hacia lo que ellos llaman protección que nadie ha pedido y que nadie quiere; a estas alturas no hay persona en este país que deba arrogarse el derecho a decidir por los demás, o en este caso por las demás, lo que han de hacer o no han de hacer, por muy bendecidos que se consideren a sí mismos. De pronto nos hemos topado con supuestos protectores que con una mano nos roban y con la otra nos asfixian, con la anuencia y silencio de quienes los aplauden por debajo de las togas. En este país este año han aumentado el número de ricos, que son aquellos que se han hecho con capital suficiente para que derrochen varias generaciones, e incluso van controlando todo aquello que no manejaban, (energía, salud pública, mercado, banca, comunicaciones…) incluidos los canales de una información que ellos maquillan y que van adaptando según el caso. Hemos llegado a una situación en la que parece que los ámbitos de decisión los ocupan verdaderos incapacitados o simples egoístas de manos grandes, o marionetas de estómagos agradecidos. Todo parece estar preparándose para que alguien diga basta, para que la gente mire hacia la esencia del problema, sin dejarse deslumbrar por otros fuegos artificiales que parecen elementos de distracción, Cataluña y su independencia entre ellos. El pueblo cada vez tiene menos capacidad de aguante, y no por los nervios, sino por los estómagos y por el terrible frío que entra por unas ventanas ya desposeídas hasta de cristales. Alguien debe dejar de maquillar y ponerse a trabajar ya para la gente, de lo contrario será la gente la que comience a actuar de otra forma. Espero que el año próximo sea el de la vuelta a la sensatez, pues no todos han sido derrochadores ni son culpables de las hambres de sus hijos.
Buenas, Juande, y felices fiestas (aunque sólo sea por costumbre o por deseo, que no por realidad, como muy bien indicas en este artículo). Muy acertada a mi juicio esta reflexión, que nos acerca a un BASTA YA, que ya está bien, hombre. He leido también hoy un artículo que envía un economista a D. Mariano y que coincide con tus indicaciones, aunque el tuyo sea más literario y aquél, más numérico. En cualquier caso, se nota un hastío en el ambiente que debería llevar a nuestros legisladores a cambiar de política, pero la prepotencia y el engreimiento del actual Gobierno lo hacen inviable.
Un abrazo.