Abril trajo del brazo mil historias, unas en verso y otras en prosa; y una calor propia de otros meses. Es normal por estas tierras, y con el cambio climático, pronto lo propio será que sople una brisa fresca en este mes que nos trae una Semana Santa que ha abarrotado nuestras calles y plazas de turistas. Turistas llamados por el duende de esta ciudad, por su historia y por sus pasos. Pero también por sus tapas. Hay una propuesta rondando por ahí que pretende cobrar las tapas de nuestros bares. Se argumenta que el personal no se gasta los euros en comida porque con un par de cañas ya va listo. Cada cual puede opinar según su antojo o según sus intereses, y puedo entender que los restaurantes quisieran ver sus comedores abarrotados de comensales. Es lógico, a mí también me gustaría que así fuese. Pero estoy seguro de que hay otras fórmulas para lograrlo antes que suprimir o cobrar las tapas en los bares. Hay algunas cosas que le dan fama a Granada puertas afuera. Una de ellas es sin duda la tapa. A poco que se entable una conversación con cualquiera que nos haya visitado resaltará la calidad y el tapeo de nuestra tierra. Quitar esto para llenar, supuestamente, los restaurantes, además de un error sería una afrenta para los granadinos. Porque aquí se va de tapas, y por ellas se eligen la mayoría de los espacios de ocio. Nosotros, quienes aquí vivimos, no queremos perder esta seña de identidad, además la tapa va en el precio de la consumición, y si no, comparen con otros lugares de una economía similar a la nuestra. Yo sé que esto puede ir en contra de determinados intereses, pero si aquí nos dejaran hacer un referéndum por este tema la mayoría a favor de la tapa sería abrumadora. En contra no votaría nadie. Cada lugar tiene su idiosincrasia, y podíamos ir citando las de Almería, Málaga, Sevilla, Toledo o Cuenca. Y Granada, en la propia, se encuentra con unas tapitas a elegir o según toque. Tal vez la solución pase por ampliar locales, mejorar calidades (que siempre son mejorables), mejorar el servicio en número de personas que trabajen en los negocios, ganarse a la clientela con la simpatía que se encuentra en el fondo de las personas (la malafollá granadina debería quedar para otras cosas menos productivas), dar toques pintorescos a los locales y no dar por sentado que el hecho de tener la Alhambra, la Catedral, la Sierra y la Semana Santa nos han de abarrotar los lugares de consumo, que los abarrotan. Y además, miremos un poco más al resto de la provincia, que también existe. El menú está completo. Solo es preciso venderlo, y no toda la venta puede caer en manos de las administraciones, porque esas las pagamos todos. Abril, con sus rosas y sus libros, con la albahaca y el romero; abril para vivir, abril para morir.