A mi amigo Jesús se le ha estropeado su móvil de última generación. Ese que lo tenía permanentemente unido al resto de la nueva civilización, la de la cultura electrónica, la de la información inmediata, la de las redes. Sí, esas redes que tienen atrapada a media humanidad, baste mirar una cafetería, la playa, el autobús o la misma calle. Ahora la gente habla por el guasap, aunque su interlocutor esté frente a él. Telefonía que lo tiene casi todo, falta si acaso la aplicación de la conciencia, la del trabajo y la del sexo material. Pues a Jesús se le ha frito la batería de tanto buscar cobertura por estas playas en las que las operadoras solo acuden a cobrar. La solución que ha encontrado es lo último de lo último: el alfonsáis. Un prototipo de móvil que solo deja hacer llamadas y mandar mensajes de los de toda la vida (que viene a ser los últimos 15 años). La batería le dura casi una semana, se cae y rebota, si acaso se le sale la carcasa y la batería, pero en un suspiro lo compone y funciona de nuevo. No entretiene más que lo justo, y ni le da la predicción del tiempo, ni la bolsa, ni las últimas noticias, ni el horóscopo, ni le mide la tensión, ni le pita cada tres segundos porque alguien ha hecho una foto, ni los horarios del LAC, ni nada de eso. Tiene una luz muy bonita, de colores, y en la pantalla le aparece la hora. Cuando alguien lo llama puede mantener la conversación largo rato si quiere, pues no se ve interrumpido por otros sonidos que le comunican otras informaciones urgentes entrantes, y al no tener una G, ni dos ni tres ni cuatro, todo es más sencillo, apretando los botones consigue que lo escuchen y hablar mientras puede mirar la puesta de sol en lugar de esperar a que se la manden por foto y verla en una pantallita minúscula. Él contempla el horizonte y se la describe con palabras a quien quiere, y la otra mano le queda libre para sostener ese refresco mientras habla, y cuando acaba la conversación, el móvil queda callado, como muerto, esperando entrar en servicio cuando sea menester, no con impulsos de dos minutos por si alguien ha puesto lo bien que está en ese justo instante. Jesús está como loco con su alfonsáis, porque cuando se reúne con sus amigos y vecinos es el único que los mira a todos mientras todos miran a su alfoncuatro o alfoncinco e intentan mantener dos conversaciones o siete a la vez. Y claro, así dicen lo que dicen y mezclan lo que mezclan, y al final de todo nada acaba. Lo que está dudando Jesús es si ir a recoger su alfoncinco a la tienda, con la batería nueva, o dejarlo estar y seguir con su súper móvil que le permite hablar, pensar, ver y callar. Ya me dirá.