No te preocupes, que vas más rápida que el LAC. Gracia granadina que revienta las calles. Y tiene su punto, oiga, que cuando el personal lleva ya casi veinte kilómetros corriendo que venga alguien con ese arte, es que ya no se puede aguantar. Porque una carrera de este tipo, una media maratón es como la vida misma. Hay que vivirla para sentirla. En principio ya se sabe que los conductores se cabrearán, porque eso de esperar sentado en tu coche a que pase quien va corriendo, con la prisa que tú llevas, molesta, y más un domingo por la mañana. Aquí cada uno va a lo suyo, a intentar llegar el primero, a bajar los tiempos del año anterior, aunque eres un año más viejo (estas cosas hay que entenderlas como que lo llevas maravillosamente, a ver si no de qué vas a conseguir hacer menos tiempo con más años), o a llegar a la meta, que ya es un triunfo enorme. La gente que lo hace o que lo ha hecho lo sabe, porque lo ha sentido. Los demás tal vez encuentren dificultades en comprender qué motivación tiene alguien para pegarse semejante panzá de correr. Y es que estas carreras son una lucha consigo mismo, como la vida, en la que van pasando los kilómetros, a veces los metros son enormemente largos, que de cuando en cuando te encuentras a unos voluntarios que te dan agua, que te refrescan, que te animan, voluntarios con batas blancas por si necesitas su ayuda, a cambio de nada, otros en bicicletas, en patines, para controlar que todo marche bien. Y ese arte de municipales, parando el tráfico para que tú pases corriendo, aguantando a veces los improperios de esos atletas del volante que no entienden la vida sin un pedal. En una carrera observas cómo hay quien desfallece, y llega alguien y lo anima, y le habla, y lo acompaña, y le va distrayendo la mente mientras las piernas siguen avanzando, y ese que acompaña sabe que está perdiendo tiempo para él mismo, pero no le importa, ayuda a su compañero, porque lo importante es que lleguen la inmensa mayoría, y que superen los obstáculos. Y también ves a quien se para porque no puede más, y al poco te adelanta porque ya ha recobrado el resuello, y a esa persona mayor que va con sus años midiéndose a sí mismo, sabiendo que no va a ganarle a los demás, pero que él va a llegar a la misma meta que todos. Como la misma vida, en la que todos partimos del mismo sitio y llegamos al mismo arco. El camino queda atrás, lleno de buenas gentes, de quienes te animan y de los que te ayudan, y también de los que van a lo suyo. Pero luego todos beben de la misma agua y hasta de la misma cerveza. El premio es cruzar la meta, es gozar el sufrimiento, es sentirse vivo. No hay más, ni menos.
!Qué bien por ustedes, por Granada! Nunca se sabe si se corre para alcanzar la vida o para que ella no te alcance, es un juego de vida que vale vivirlo. !Felicitaciones atletas!