Según me cuenta mi amigo Narciso, como bien se sabe hasta en Malasia, el presidente Rajoy acaba de destapar el tarro de sus esencias. Fechas electorales aproximándose a todo trapo han originado un giro casi copernicano en su discurso. Ya todos sabemos que la crisis no existe, aunque unos lo saben mejor que otros y este país esté en un nivel de deuda que casi es de cien por cien. Es más, algunos han sabido de esa crisis por las ventajas que les ha traído. Ahora llega el momento de barrer para dentro. Se reparten algunos dineros para que se visualice este final de travesía del desierto. Las familias numerosas, las que tienen personas discapacitadas, los parados, según su estado, los impuestos…, recobran energía en forma de dotaciones presupuestarias que vienen a dulcificar las graves heridas de los años pasados en miles de millones de euros que fueron extraídos de capítulos no confesados. Puede quedar en la bolsa gubernamental una cantidad enorme de dinero, o que no ha sido aún repartida o que ya lo fue hacia otros beneficiarios más enchaquetados o encorbatados e impersonales. El gobierno lanza mensajes de optimismo envueltos en papel de celofán, hay que gastar los dineros para que la economía resurja. La mayoría, estoy seguro, estaría encantada de gastar, lo que veo más complejo es que se endeuden para gastar, primero porque no tienen, segundo porque los bancos no prestan, tercero porque primero hay que comer, tapar de los fríos y cuidar la salud. Quienes pueden hacerlo están obligados, siguiendo las directrices del presidente, aunque para ello algunos deban traerse los dineros de Andorra, Gibraltar o Suiza. Y es que tiene Rajoy razón cuando al final ha dicho que la recuperación todavía no ha llegado a todos, yo añadiría que solo ha llegado a quienes no la notaron en negativo. Los demás siguen buscando trabajo dentro, esperando salarios dignos, o en movilidad exterior intentando ganar un poco de dinero para sobrevivir, como emigrantes en países lejanos. Tampoco se nota en los ánimos del personal, que cantará villancicos estas próximas semanas desde lo más profundo de sus almas confiando en que las cosas cambien. La lotería es la tabla de salvación de las esperanzas de tanta gente que se ha convertido en la estrella mediática de la publicidad de estas fechas. Rajoy tiene razón, no ya en que la crisis haya pasado, sino en que no todos lo perciben, porque salvo de forma imaginativa, no se puede percibir lo que no se tiene, más bien queda el enorme espacio, hueco o vacío que tantas gentes tienen por rellenar con trabajo, sueldo acorde a ese trabajo, esperanza, ilusión y unos décimos de lotería que se pasan por vientres de embarazadas y cabezas de calvos. Suerte el lunes. A Rajoy sí le tocará, seguro. Estamos entrando en periodo electoral, tiempos de gangas.