Trescientos cuarenta y un docentes recibieron el agradecimiento de la Junta de Andalucía hace unos días tras su jubilación. Humildad, patente en las imágenes que este periódico ofreció en su página Web, rostros que reflejan la satisfacción de una labor inconclusa en lo general pero finalizada en lo individual. Semblantes amables, sencillos, que han pasado su vida ante miles de alumnos a quienes han intentado inculcar valores, conocimientos, hábitos, rutinas…, cientos de miles de personas que hoy están inmersas en una sociedad que es mejor que aquella que ellos encontraron cuando se incorporaron a sus tareas docentes, y que han recogido un diploma tras haber recorrido todos los pueblos y todas las escuelas del mundo, tras haber sido respetados y denigrados, tras haber corregido millones de dictados, de cuentas, de comportamientos , de haber rellenado y borrado millones de pizarras, quienes estaban ahí cuando se inventaron las nuevas tecnologías, y también cuando los recursos eran tiza, borrador, pizarra, libro y libretas, y mucha paciencia, toda la paciencia del mundo, y sabiduría, porque cuando ellos comenzaron los maestros y maestras aún eran considerados personas sabias. Entonces Internet no venía a corregir ni a moldear a nadie, quien quería saber algo lo buscaba en los libros o se lo preguntaba a su maestro. Los niños jugaban en los recreos, y se peleaban y se volvían a hacer amigos, y por las tardes salían a las calles con bocadillos, balones y gomas, y cuando pasaba el maestro o la maestra a su lado ellos procuraban mantener una actitud de respeto. Y si alguno era castigado en la escuela y lo contaba a sus padres, ellos, los padres, lo volvían a castigar, porque la autoridad del maestro era la que definía los comportamientos adecuados. Ellas y ellos han sido homenajeados por la Junta de Andalucía, y seguramente a sus mentes habrán acudido las múltiples leyes de educación que los han ocupado y preocupado a lo largo de estos años, y la incapacidad de esos alumnos que luego llegaron a la política y fueron incapaces de ponerse de acuerdo en algo tan importante como es una norma duradera, estable y protegida para el sistema educativo. Había más, hubo más de los nombrados, pero la vida a veces es tan dura que solo te deja espacio para el trabajo, e impide beber de las aguas del sosiego que otorga el tiempo cuando llega la fase de la reflexión, de la paz, del descanso. En el brillo de sus ojos se desprende la luz de la tranquilidad, pero también de la melancolía, porque siempre queda algo por corregir, alguien que no captó bien el significado, y que al día siguiente habría que repetir, como ahora, cuando ellos ven que aún hay que remachar tantas cosas, que revisar tantas tareas, que esta labor no ha hecho más que empezar, que no acaba nunca, aunque algunos quieran terminarla antes de comenzar. Gracias a todos, algún día quizás esta sociedad perciba la importancia de vuestra labor, tal vez cuando ya sea demasiado tarde.