Igualdad, elemento fundamental en nuestra sociedad, por el cual es imprescindible luchar desde la cuna hasta la vejez, cuando todo parece haberse resuelto ya, y sin embargo queda una vida por delante tan importante como la ya pasada. La igualdad como concepto está diseñada, pero a veces tan mal interpretada que en esa interpretación se rompen las balanzas sociales más sólidas. Por eso, es imprescindible que se trabaje en dos espacios fundamentales: el hogar y la escuela. El hogar, con el ejemplo diario de quienes en él habitan, piedras angulares de la transmisión educativa y de valores en los hijos; y los centros educativos, donde se avanza de forma notable, pues es donde maestras y maestros, desde la proximidad, talante y conocimiento, inculcan al alumnado que nadie es más que nadie por el sexo que tenga, que el respeto hacia el otro es base de la convivencia, que la principal arma es ser capaz de permitir y facilitar que cada cual se desarrolle en una sociedad que ofrezca y permita a todos sus miembros en función de sus capacidades desde una base común, por encima de otros aspectos, como el de ser mujer o ser hombre. Pero esto es algo que aún no se ha conseguido. Las muertes de mujeres que cada año se producen a manos de sus parejas son golpes brutales a la convivencia, pero también lo son el uso de los poderes que se hacen para amilanar, para someter, para doblegar a la otra persona. Y esos poderes van muchas veces más allá de la fuerza física, con frecuencia, creo que principalmente vienen por los caminos de la infravaloración, del sentimiento de superioridad, del desprecio del otro, de la humillación, de la venganza y de la búsqueda de sus puntos débiles para hacerlo o hacerla sufrir, sintiéndose de esa forma en un incomprensible estado de superioridad. La igualdad es uno de los principales objetivos que deben ser alcanzados por toda persona y sociedad que se respete a sí misma. En su definición caben todas las palabras que se quieran, pero la principal es la de respeto. Van intrínsecamente unidas. Cuando una de las dos falla entonces no hay camino de vuelta. Hemos de aprender todos, pues todos en algún momento podemos actuar en ese sentido, o en el contrario. Lo que es cierto es que de una forma mayoritariamente abrumadora la mujer ha venido estando en una situación de desigualdad en los ámbitos sociales, laborales, e incluso académicos. La mejor forma de alcanzar esa igualdad es creyendo en ella, y luchando por ella limpiamente, sin utilizarla para conseguir otros fines que no sean la materialización de una libertad que permita a cada cual encontrar su espacio social, su sitio como persona, el respeto de todos, porque una sociedad que no logra este objetivo no llegará a otorgar a su ciudadanía el rango de personas libres y felices. Y la educación está, como en todo, en la base de esta realidad que es preciso alcanzar ya.