El alcalde ha dimitido. Esta ha sido la noticia, acompañada de las causas, múltiples, que lo han obligado a hacerlo. Junto a él, Isabel Nieto. La sorpresa ha sido la marcha del ayuntamiento de Sebastián Pérez, quien ha optado por quitarse de en medio en unos tiempos que se avecinan muy conflictivos para su partido, ese que él aún preside. Hurtado dio un estruendoso NO cuando alguien le preguntó si pensaba dimitir. Su voz fue escuchada en toda España, también en Madrid, donde parece no se da tregua a las dimisiones y ceses de sus mandatarios, incluidos los llegados de las islas, aunque se apelliden del mismo centro. Pepe Torres ha sido desalojado de la Plaza del Carmen por los suyos, por quienes se empeñaron en mantenerlo ahí cuando lo razonable habría sido invitarlo al descanso, por el PP y Ciudadanos. Pero tal vez los intereses olían ya mal hasta en los interesados en que hubiese un rostro, una cara en la que golpear si algo salía como ha salido. Ahora es tiempo de dejar que la Justicia trabaje, y de que aires nuevos recorran el ayuntamiento con la templanza y sabiduría precisas. Pero las claves de esta situación hay que buscarla en leyes y personas. No debiera ser permitido que quienes llegan al poder lo ejerzan más tiempo que el justo para desarrollar los proyectos que llevan, porque de lo contrario el poder se transforma en vida eterna, y su ámbito de trabajo en su cortijo. Un cortijo en el que llega un momento en el que piensa que se puede hacer lo que se quiera, en el que se cree que todos los demás están equivocados, en el que solo se escucha a quien interesadamente susurrará en favor de sus intereses, en el que se decide sobre vidas y haciendas, en el que se desprecia todo aquello que no comulgue con las ideas y con el cortijero. Ocho años es tiempo justo para que alguien dirija cualquier gobierno, para que se ejecuten planes, proyectos y cambios que la población haya votado en las urnas. Después cada cual a su faena originaria, y quien no la tenga no puede hacer de la acción política su modus vivendi, porque pasan estas cosas, menos aún cuando no lo precisa, ¿verdad Isabel? Don José Torres empezó su mandato allá en los orígenes del siglo arrancando el carril bici en la avenida de Dílar, sonriendo, y lo ha acabado siendo arrancado él mismo de la política con las mismas energías que él ha empleado para llevar a esta ciudad a una perpetua lucha contra todo y contra todos los que osaran siquiera toser a su alrededor, incluso a veces sin saberlo, porque otros se han encargado de mantenerle el camino más o menos despejado. Ahora toca cambio, y en paralelo toca que la justicia actúe y todo quede tan claro como siempre debió estar. Y quien deba pagar que pague, pero siempre desde la verdad de los hechos, que no está la ciudad para muchos trotes más.