Debería estar limitado por ley. A ver si los partidos políticos se ponen de acuerdo en que nadie ocupe un cargo durante más de ocho años, y eso siempre teniendo un proyecto, no estar por estar. Luego pasan las cosas que pasan, que se piensan que el puesto es su cortijo, que pueden hacer lo que les da la gana, que quienes les discuten o ponen en duda sus decisiones son sus enemigos que pretenden perjudicarlos personalmente. Y siempre hay una corte de palmeros que les va dando la razón por interés propio. Llegado el momento, se hacen los dueños del asunto, los funcionarios pueden incluso ser movidos de sus puestos o suplidos en sus funciones, por lo que entendiendo que ese solo es su trabajo no se enfrentan al que se auto-considera amo, dueño, dios de la parcela de poder encomendada. Ajustan las resoluciones y acomodan a los suyos en función de un proyecto personal en el cual son el centro y final de todas las cosas, y llega el momento en el que hasta las calles las consideran suyas. No, no puede ser. Y así pasa que un alcalde, tras más de una docena de años en un ayuntamiento como regidor, se convierte en jefe, amo. Es lo que presuntamente le ha podido pasar a Torres Hurtado en el ayuntamiento granadino, y no es solo culpa suya, la culpa también es de quienes se lo permitieron, de quienes lo vitorearon y empujaron y aplaudieron, generalmente por interés propio. Él llega un momento que se lo cree, no lleva un esclavo al lado que le recuerda que es humano, más bien lleva súbditos detrás que lo acercan al Olimpo. Y pasa lo que pasa. No sabemos cuántas causas le serán imputadas, señaladas, marcadas. No sabemos, aún, hasta dónde pudo ejercer de forma equivocada, sin entrar en conciencias, pero es evidente que le sobraron al menos cinco años de mandato, y el PP lo sabía, pero nadie quiso enfrentarse a él, o mejor dicho, a los intereses que representaba. Ahora todos echan el trasero fuera, e incluso hay quien apunta que ya se veía venir, pero nadie asume sus responsabilidades, y Torres se verá solo ante la justicia; bueno, solo no, lo acompañarán quienes le arrimaron los papeles, quienes firmaron a su lado, los que ahora sonríen como si esto no fuera con ellos, pero saben por dentro que si la justicia es eficaz es posible que su futuro no pase por los raíles que tenían previstos para su jubilación.
Se hace precisa una ley que impida a nadie estar más de ocho años al frente de una responsabilidad política pública, es tiempo más que sobrado de desarrollar un proyecto, y en política hay que dejar siempre las puertas abiertas al relevo, de lo contrario el caciquismo es fácil que florezca en el interior de los despachos. En todos los cargos públicos, salvo que sean auténticos seres fuera de serie quienes ocupen esos cargos, entonces no habremos dicho nada.