Cuando hace más de una decena de años el ayuntamiento granadino decidió combatir el botellón con la puesta en marcha del botellódromo estaba poniendo a la ciudad de Granada en la vanguardia de los reductos creados para que la juventud bebiera en cotos. Se montaron excursiones en las que por módicos precios llegaban autobuses cargados de gentes ávidas de alcohol. Miles y a veces decenas de miles se congregaban en las proximidades de Méndez Núñez, haciendo que determinados negocios se forrasen con las ventas, dejando toneladas de basura en la calle. Esto no era más que la concentración de una práctica que durante años había venido dejando la ciudad hecha unos zorros. Todo se justificaba por la importancia de la juventud en Granada. Pareciese que nuestros jóvenes eran los llamados al divertimento alcohólico, y que nuestra ciudad se convertía los fines de semana en la barra libre del personal. El nuevo equipo consistorial decidió dar carpetazo a esta actividad, ha necesitado años de quejas, de portadas de periódicos, de salir en los informativos nacionales. La cultura debería venir a ocupar ese tiempo de los jóvenes, cultura en forma de música, de acontecimientos deportivos, incluso el que se puso en marcha hace poco, abrir la ciudad a manifestaciones enriquecedoras para la juventud, no para quienes aprovechando esas corrientes se han puesto las botas. Manifestaciones que envuelvan los aires de una ciudad que además de universitaria desde hace casi quinientos años, también es joven, aunque a veces parezca lo contrario por determinados comportamientos, actitudes e intransigencias. El potencial cultural de Granada es enorme, y no deben existir intereses en aplacarlo a base de copas, de alcohol, de recintos cerrados y vigilados por la policía. Todo lo contrario. La consulta a la población de cara al futuro también de estas actividades de inversión del ocio es una llave que el ayuntamiento debe emplear, seguir empleando para responder a los intereses y necesidades de esos más de sesenta mil jóvenes que pueblan las calles. No todo puede quedarse reducido a la bebida y a los chateos. Hay un mundo detrás que hay que abordar, que hay que consolidar entre quienes están llamados a llevar el futuro de esta sociedad sobre sus mentes y sobre sus hombros. Y ahí la ciudad puede y debe convertirse en una importante valedora de los caminos que ellos mismos elijan, desde la reflexión de su propio yo y de su proyección desde su presente. Huir hacia soluciones fáciles o adoctrinadoras no lleva a ninguna parte. Sin duda existen espacios que pueden acoger acontecimientos importantes en lo positivo para este sector poblacional, clave en la vida, en el desarrollo, en la economía y en el futuro granadino. Un poco de imaginación y de esfuerzo pedimos a quien dirige una de las ciudades que mayor proyección de futuro puede tener, pero no por la barra libre. Por lo pronto, el otro día se juntaron 15 o 20 chavales para pedir la reapertura del botellódromo. Todo un éxito.