Ahora que sabemos que el hombre es el mejor amigo del perro; ahora que sabemos que los guasaps han sustituido a los libros, los twists a las cartas y los abrazos son cambiados por emoticonos. Ahora que nuestros mayores están muriendo, víctimas de algo que nos ha llegado sin verlo por hacer oídos sordos a quienes dedican su vida a investigar, y a quienes hemos limitado sus recursos en favor de inversiones en tecnologías de distracción y guerra virtual, ahora que ellos, nuestros padres o abuelos, van muriendo en soledad sin saber por qué; ahora, que nuestros políticos dan medida de su escasa talla con zancadillas, críticas destructivas y mentiras en lugar de hacerse una piña, mostrando que sus intereses siguen estando por encima del bien social, que su conocimiento de la historia de este país es nulo. Ahora que nuestra civilización está cambiando en unos pocos meses cuando creíamos que estábamos en otra era, y la naturaleza nos ha dado una bofetada de realidad tan brutal que nos costará darnos cuenta de dónde estamos; ahora que, como siempre, unos pocos se están aprovechando de este mal común para hacer su bien particular, y que la inmensa mayoría salimos a balcones y ventanas a aplaudir a quienes están en primera línea de batalla…, ahora es hora de enseñar a nuestros niños y jóvenes, entre otras cosas, cuáles son las verdaderas prioridades de la vida, más allá de tener el último modelo de móvil o de ir a una fiesta.