Ha sido una semanita etílica que comenzó con la resaca del insensato juez Enrique López, que a lomos de su motocicleta circulaba por el ebrio Madrid que amanecía y la policía le dio el alto por no llevar casco sin despeinarse. Iba bebiendo los vientos cuando los agentes, atónitos, observaron que el magistrado se explicaba en arameo. Antes de llamar a un traductor, los servidores del orden público, le hicieron, por si acaso, nada más que siete pruebas y héteme aquí que el togado cuadruplicaba la tasa de alcoholemia. A partir de ahora, Enrique López, que ha arruinado su carrera por «soplar» puede soplar, dentro de la legalidad vigente, lo que quiera desde un globo a un matasuegras e incluso sumergirse en una barrica del Marqués de Cubas y morir alcoholizado en su propio manantial. Continuar leyendo →