Debo ser muy torpe pero jamás he leído ni interpretado el recibo de la luz eléctrica porque me pareció siempre un papel confuso, lleno de guarismos y kilovatios indescifrables. Yo formo parte, humildemente, del común de los mortales.
La electricidad nos llega a casa al instante, simplemente con accionar un interruptor, -si es que en ese preciso instante no se ha producido ningún corte de energía-, de la misma manera que cada final de mes nos envía el cargo bancario la compañía productora. Y no hay más. Enciendes la luz, apagas la luz y pagas la luz. A no ser que seas un experto coñazo es prácticamente imposible llevar un control exhaustivo de lo que consumes y pagas. Por impericia y confianza lo dejamos en manos de la honrada empresa proveedora. Continuar leyendo →