Estos días he disfrutado como un niño con zapatos nuevos –aunque hoy habría
que decir como un niño con ‘smartphone’ de última generación– al contemplar una curiosa colección de pianos verticales llegados del vecino país francés. Me gusta visitar los rastros, posiblemente porque uno ya no está como la procesionaria, para recorrer los laberinticos pasillos de Ikea que sabes cuando entras, pero sueles hiperventilar a la salida. Continuar leyendo →