El reportaje titulado ‘Los despachos del poder‘ que se publicó este pasado domingo en la edición impresa y que hoy lunes abre la portada de Ideal.es encierra, al menos, diez historias en una.

Por un lado está la historia publicada, la que se lee en la doble página de la edición impresa y la que se puede leer, ver y casi tocar en el reportaje multimedia, que incluye las fotos de González Molero y el vídeo que grabamos, y que ha editado de forma magistral y con cariño el bueno de Pablo Rodríguez García (aká @pabrodgar), un editor web con tesón y talento.

Doble Despachos del poder

Esta historia, además, se multiplica. Porque son las historias del despacho del alcalde de Granada, del despacho del presidente de la Diputación Provincia, del presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, del rector de la Universidad de Granada, del subdelegado del Gobierno central, de la responsable de Sierra Nevada y del presidente del Granada Club de Fútbol.

Todos ellos decidieron abrir las puertas de sus despachos, para que todos los conocieran. Sin problemas, con total transparencia. A la primera. Aquí en la Redacción no las teníamos todas con nosotros, pero fue sorprendente el espíritu cristalino de abrir las puertas de estos despachos del poder para mostrarlos a todo aquel que quisiera verlas.

Por esta razón les agradezco personalmente su disposición, porque es todo un reto ‘echar’ de un despacho a la persona que allí trabaja. Y debo decir que todo fueron facilidades, sonrisas y hasta carcajadas. Sí. También hubo nervios. Y la gestión de las agendas para que esto pudiera hacerse hay que agradecérsela a esos responsables de gabinetes y jefes  de prensa y dircoms que todo lo consiguen. Gracias, compañeros y compañeras.

La idea del reportaje surgió durante una entrevista a Mar Villafranca, la responsable del Patronato de la Alhambra, cuando fue elegida responsable de Educación del c0mité federal del PSOE tras el congreso nacional celebrado en Sevilla.  Por tanto, fue la primera persona a la que llamamos, pero por problemas de agenda, le resultó imposible que pudiéramos volver y fotografías y grabar sus estancias. Se lo agradecemos igualmente.

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También llamamos a las puertas del Arzobispado de Granada a través del viejo amigo Enrique Seijas. Aunque no aparece en el reportaje, hay que decir que el arzobispo aceptó encantado. El problema es que cuando nos llegó el consentimiento el reportaje ya se había realizado, montado, editado y maquetado en sus diferentes versiones. El enésimo problema de agenda, en este caso del arzobispo, demoró la decisión y finalmente no entró. Pero es el momento de decir que no puso ningún problema para ello.

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Finalmente, dos despachos mantuvieron sus puertas cerradas a cal y canto. Primero, a través de sus jefes de Prensa, a quienes respetamos y queremos, dicho sea de paso, nos informaron que «no podían», «que la agenda estaba ocupada». Replicamos que ellos, los cargos, no nos interesaban, sino que sus despachos. Y que por muy apretada que estuviera su agenda, estábamos dispuestos a esperar hasta las tres de la madrugada si era menester para hacer el reportaje.

Fue entonces cuando llegó al respuesta correcta. Desde la lección de Periodismo «Eso no le va a interesar a nadie»; hasta la autoprotección: «Este lugar es importante y hay cosas que no tienen que salir».

Bueno, es una pena, porque se trataba de eso, de que no hay nada suficientemente importante en un despacho que no puedan conocer los ciudadanos de Granada. ¿Que quiénes eran? Pues los despachos de Caja Granada y de la Subdelegación del Gobierno de la Junta de Andalucía.

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Siempre recordaré un chiste clásico muy british. Se trata de Mr. Jones, que pasea con su hijo Andrew por el muelle del puerto de Londres. Ahí, imponente, se encuentra amarrado el HMS Illustrious. Un marino guarda la pasarela de embarque desde el muelle al buque de guerra. Mr. Jones le dice, educadamente, que quiere visitar el buque. El marine, le niega el paso. Mr. Jones insiste de tal forma que el marine se ve obligado a avisar al cabo de guardia. El cabo de guardia vuelve a repetir a Mr. Jones que nones, que no se puede subir al buque de guerra. Pero Mr. Jones, flemático, insiste de tal forma y con tanta educación que el cabo de guardia se ve obligado a recurrir al superior inmediato en el escalafón militar.

Como se pueden imaginar, la respuesta de unos y otros siempre es la misma. Y Mr. Jones, impertérrito, ni se inmuta. Finalmente, el Primer Lord del Almirantazgo, que tomaba el té  con el capitán de la nave en esos instantes, decide plantarle cara a Mr. Jones. Se quita la servilleta, se limpia el mostacho, sale de la cámara, se acerca a la borda y pregunta, dirigiéndose a Mr. Jones y a su hijo:
-¿Y se puede saber quién es es Usted para querer visitar este buque de Su Majestad?
-Uno de sus dueños, contestó Mr. Jones, sin inmutarse.

Pues eso.

 

 

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