Algunas innovaciones en los vehículos, como el FAP o DPF, obligan a un mayor ‘maltrato’ del motor
Aunque el titular es un eslogan que utilizó Volvo para uno de sus últimos camiones, podría servir para escenificar lo que se ha de hacer en algunos momentos. Los amantes del motor siempre intentan mantener su vehículo a punto, tratándolo con cuidado, muchas veces apagan la radio para escuchar el sonido del motor, estudian cómo circula, como huele, como suena…
Pero por muy bien que se le trate, hay coches que a veces piden más. Esto es lo que ocurre por el FAP o DPF, el filtro antipartículas que incorporan cada vez más motores diésel y que la Unión Europea plantea como obligatorio en este tipo de motorización. Ya se conocen los efectos nocivos de los vehículos diésel. De hecho, en 2012 la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, un organismo de la OMS, elevó el humo de motores diésel a la categoría de ‘cancerígeno’ para humanos. Este tipo de combustible es considerado tan peligroso que en algunos países como Japón están prohíbidos este tipo de vehículos. Por su parte, la Unión Europea lleva años intentando hacer algo para no molestar demasiado al lobby automovilístico y para intentar reducir las emisiones contaminantes. Así, la normativa Euro V establece que todos los motores diésel tendrán que estar provistos de un filtro antíparticulas.
Cómo funciona
Casi todos los vehículos nuevos incorporan un filtro antipartículas. Dependiendo de las marcas, se le llama FAP o DPF y su funcionamiento es prácticamente el mismo, aunque hay algunos fabricantes que utilizan otros productos aparte del diésel para eliminar las partículas dañinas. Gracias al avance d ela electrónica en los vehículos, el filtro antipartículas tiene que limpiarse automáticamente y sin que el conductor del vehículo ni siquiera lo note. A una temperatura normal, realizando un trayecto de más de unos 30 kilómetros, el sistema tiene que entrar en funcionamiento y quemar las partículas que son dañinas para el medio ambiente. El vehículo puede perder algo de potencia en algún momento de la limpieza, pero en la mayoría de los casos no es perceptible.
Inconveniente
El filtro antipartículas suele funcionar limpiarse regularmente, justo cuando el motor estima que debe hacerse. El problema suele aparecer cuando los recorridos que se hacen con un vehículo diésel son muy cortos y el motor no llega ni siquiera a calentarse, por lo que tampoco se puede hacer la limpieza del filtro. La regeneración no se realiza convenientemente, por lo que los residuos se van acumulando hasta que se satura y hay que optar por acudir al taller con un fallo en el ordenador de a bordo.
Solución
Cuando se enciende la luz que indica que el depósito está sucio, la solución suele ser la de hacer un viaje de al menos 100 kilómetros para dar tiempo a que el filtro antipartículas haga su trabajo. Se recomienda conducir en una zona con subidas y bajadas y en algunos momentos hacer que el coche llegue a las 4.000 revoluciones por minuto. Así, el motor consigue una temperatura más elevada para que el diésel pueda quemar todas las partículas dañinas para el medioambiente. Por lo tanto, si amas tu vehículo, en algunos recorridos lo tendrás que subir de revoluciones para limpiar todo lo que tiene que desaparecer. O pagar un filtro antipartículas nuevo que puede costar unos 4.000 euros.