Fútbol, elecciones y la “S” del marketing

«La lucha es esencial para alcanzar las metas del alma;

es decir, la lucha es saludable cuando se construye la felicidad»

G.E. Mayo

El 25M no fue un domingo cualquiera. Con independencia del ánimo de los que estuvieron del lado de los ganadores o de los perdedores, el fin de semana pasado no dejó indiferentes a muchos, ni siquiera a los que sólo anduvieron de observadores por el ancho mundo europeo, sin “tomar partido” por opción alguna.

Si he de serles sincero, no me gusta el fútbol. Corrijo: el deporte sí; lo que es farándula no. Como de cualquier otro deporte, sea individual o colectivo, me atrae su capacidad de conjugar disciplina, esfuerzo, perseverancia, superación, resiliencia, estrategia, cooperación, visión, educación, innovación, respeto y, sobre todo, su extraordinaria facultad para sentirse sobrecogedoramente humano al practicarlo.

Y es eso precisamente lo que me gusta del deporte: practicarlo. No es el caso del fútbol, pero sí de otros como el baloncesto, balonmano, natación, buceo, BTT, fondo, alpinismo, escalada, … De todos ellos he asimilado algo que trasladar a otros ámbitos de la vida, tanto cuando era competición como ahora que es mero divertimento personal. Ahora bien, ver cómo otros juegan, salvo si se trata de observar a los mejores para descubrir y aprender nuevas técnicas, siempre me ha parecido bastante aburrido.

Y en algunos casos, como la final de la Champions League, un espectáculo mediático del que los expertos en marketing deberíamos sacarle “mucha punta”. No tanto en las posibilidades de explotación publicitaria o promocional sino en el significado de lo que ambos equipos demostraron y representaron. Y lo que las marcas que los patrocinan recibieron como asociación a los valores que simbolizan sus jugadores y el efecto de sus actos en y fuera del terreno de juego. Azerbaijan, sinceramente, resultó mucho más beneficiada frente a Fly Emirates, que recibió los atributos del oportunismo y, gracias a su CR7, de la infantil jactancia.

En mi opinión, no ser seguidor de equipo alguno me da cierta objetividad para enjuiciar lo que veo pues no me siento emocionalmente vinculado a ellos. Por ello, creo que lo que vimos durante y tras aquel partido fue clara demostración de dos posicionamientos visiblemente diferenciados tanto en la ejecución del juego como en la representación de los valores del equipo y sus miembros. Mientras que unos pasearon su prepotencia a la altura de su décima copa, los otros mostraron su grandeza en la derrota. El domingo se respiraba la cohesión colchonera frente al individualismo grandilocuente de los merengues.

Y ese mismo día elegimos a nuestros representantes para el Parlamento Europeo, tras una campaña que no ha aportado nada nuevo en los discursos, no ha refrescado ideologías ni ha ofrecido planteamientos esperanzadores para los ciudadanos. Una vez más, hemos sido testigos de cómo las ya manidas estratagemas de intercambiar acusaciones, aprovechar los deslices del contrario y airear las mismas promesas de siempre han ocupado atriles y resonado en todo tipo de escenarios.

A pesar de que todos los partidos cuentan con expertos en estrategia y marketing político, se les echa en falta una verdadera vocación para innovar en las formas y en el fondo de sus “arengas”, de propiciar una diferenciación real de sus opositores renovando sus propios sistemas de representación y elección, de romper los esquemas monolíticos de las jerarquías internas y de apostar por los valores que realmente está demandando y necesitando la sociedad. Como siempre, les oímos abrazar la apuesta por el I+D+i, la necesidad del emprendimiento y la fuerza de una juventud bien formada, pero qué hay de esas mismas proclamas dentro del propio partido (listas abiertas? límite de tiempo en la ocupación de cargos públicos? jerarquías horizontales? circuitos internos para auditar y propiciar la mejora de programas?, etc.).

Lo penoso es que se siga votando mayoritariamente a los mismos partidos que no tienen en cuenta a sus representados. Y lo esperanzador es que el bipartidismo entra en decadencia y que, pese a lo que ahora muchos manifiestan, no respetando a los casi millón trescientos mil ciudadanos que piensan que sí se puede cambiar el modelo político, es el momento de reclamar honradez intelectual.

Y ese mismo domingo hablábamos de la “causa del marketing” en esta columna, como base fundamental para conseguir una diferenciación real de la competencia, Relacionado con ello, apostemos también por los principios de Sostenibilidad (“S”) de la empresa más allá de la protección del medioambiente, contemplando también lo que M. Teahan denomina “demarketing” o práctica de reducir la demanda para influir en los consumidores en la concienciación común de obtener beneficios para toda la comunidad.

La sostenibilidad no es una cuestión de “greenwashing” sino un modelo de gestión que se inserta en el genoma de la compañía para garantizar su pervivencia a través de modelos que incorporan a los consumidores, además de a todos los empleados, en sus estrategias de relación y de crecimiento.

Colaborar en las causas sociales y medioambientales no tiene sentido si no se respeta y ennoblece el ecosistema interno de la compañía (equipo o partido), que es por donde hay que empezar.

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

 

2 Comentarios

  1. Siempre me sorprende que algunos expertos en marketing se alineen, tan sorprendentemente para mi, con causas de alta nobleza. Al fin y al cabo, entiendo que el marketing es el arte de manipular la conciencia humana para generarle necesidades que a priori no tienen y a su vez ofrecerle la opción más interesada para satisfacer esas necesidades artificialmente creadas. De puro marketing calificaría yo la pasión desatada por el futbol al igual que por muchas opciones políticas, ya que cuando profundizas, esencialmente no hay nada. En el futbol eso es evidente, en política basta con leer sus programas. De todas formas siempre fueron necesarios los grandes pensadores.

    1. Gracias Manolo por tu comentario.

      El marketing de la segunda mitad del siglo XX, una vez estructurado como disciplina y puesto al servicio de las empresas como mecanismo para poder diferenciarse de una competencia cada vez más importante, sí que trató de autodefinirse y justificarse como herramienta para descubrir, provocar y satisfacer las necesidades del mercado. Pero nunca se basó en la manipulación, si acaso en la persuasión ya que el ser humano no es consciente de sus carencias, normalmente fisiológicas, pero sí de sus necesidades, también normalmente fisiológicas. El marketing no puede transformar esas necesidades en deseos, pero sí el deseo en demanda concreta. Y aquí no puede haber manipulación ya que los productos o servicios que ofrece una empresa siempre compensan deseos materiales.

      En fin, un tema apasionante que requeriría más espacio si entrásemos en el terreno de la política.

      Abrazo,

      _josé manuel.

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