La anarquía de la anarquía

“Y de este modo, fue toda su vida una prueba de que sin amor de la propia persona es también imposible el amor al prójimo, de que el odio de uno mismo es exactamente igual, y en fin de cuentas produce el mismo horrible aislamiento y la misma desesperación que el egoísmo más rabioso […] Todo lo que iba diciendo me sonaba convincente y fatal, lo aceptaba y no me defendía contra ello y, sin embargo, a pesar de la terrible severidad con que había hablado, era para mí todo sin verdadera realidad ni para tomado en serio. Una parte de mi alma aspiraba sus palabras y las creía, otra parte de mi alma asentía bondadosa y comprendiendo que esta Armanda tan inteligente, sana y segura, tenía por lo visto también sus fantasías y sus estados crepusculares. Apenas hubo resonado su última palabra, se extendió por toda la escena un velo de irrealidad e ineficiencia. De todos modos yo no podía dar el salto a lo probable y real con la misma ligereza equilibrista que Armanda”

H. Hess –El lobo estepario-

 

Si partimos del supuesto de que la negación de una negación (permítanme de paso un guiño a la dialéctica Hegeliana y, a partir de ella, la urgencia de Marx para probar la necesidad de una revolución social) conduce a una afirmación, podríamos deducir que la anarquía de la anarquía implicará la presencia y dominio de un modelo de gobierno o de estado que impone un orden hegemónico, legisla y controla a sus ciudadanos, quienes reconocen y respetan su poder porque, en un sistema democrático (más aconsejable que otros como la autarquía o la oligarquía, por poner algunos ejemplos), le ha sido cedido a quienes ostentan la representación del pueblo para que los proteja y garantice su futuro con armonía y respeto de sus derechos fundamentales.

Pero no. Cuando me refiero a situarse en la “anarquía de la anarquía” es ir más allá de ese estado carente de todo principio director, jerarquía o norma. Es reconocer una situación desprovista incluso de la regla de negación de ese poder. Por tanto, estaríamos ante un concepto puro, prístino. En el que no encaja modelo político alguno (mucho menos el anarquismo), ni paradigmas ideológicos, ni escuelas de pensamiento encorsetadas y trabadas por sus propias doctrinas. Un concepto libre de ataduras y etiquetas, indefinible porque el simple hecho de definirlo ya lo amarra a un lastre que no le deja evolucionar y crecer permanentemente.

Es posible que les esté planteando una utopía. Pero, como decía E. Galeano, la utopía nos sirve para caminar. Y esto es lo que hemos de hacer cada día, a cada momento. Sobre todo con el pensamiento.

Pero esto es algo que no nos enseñan en las escuelas ni la sociedad actual está dispuesta a permitir. El librepensamiento es un arcaísmo, algo que sucedió en algún momento de nuestra historia universal y que no conviene rescatar para que los dogmas institucionales, políticos y religiosos permanezcan intactos. Así, atados al suelo, con la mirada fija en las pantallas de televisión y dispositivos móviles, con la mente absorta en el pensamiento único, o global, nos dejamos llevar por el espejismo de la cotidianeidad.

Mientras tanto, el “statu quo”, el sistema, sigue consolidándose a expensas de nuestro progreso y de nuestra memoria. En situaciones de crisis, como en la que aún seguimos, muchas personas sufren un estrés continuado debido a situaciones de precariedad económica realmente complejas. Ello puede llegar a provocar una anormal liberación de una hormona llamada cortisol, que afecta negativamente al hipocampo, a la amígdala y a la corteza prefrontal. La primera estructura está implicada en los procesos de codificación y recuperación de la memoria, la segunda interviene en los procesos emocionales y atencionales, y la tercera se encarga de la toma de decisiones, el juicio y el control ejecutivo.

Pero claro, creemos que esto son consecuencias no previstas, no planificadas por “ente alguno” y que sólo sufren unos pocos, indeterminados y anónimos. Y el problema es que lo sufre toda la sociedad, en su conjunto. Ya que hemos perdido la capacidad de memorizar las causas y responsables del actual “estado de malestar”. No somos aptos para prestar atención a lo que realmente está sucediendo, tanto a nivel económico como político. Y lo que es peor, mantenemos un estado catártico que nos impide elaborar juicios de valor de lo que ocurre y tomar decisiones tendentes a cambiarlo.

Ya es grave la situación económica de nuestro país con un quinto de su población en paro (sin entrar a valorar otros parámetros como la renta o el sistema educativo), pero aún más grave es el espectáculo que están dando nuestros diputados en los tres meses que han transcurrido tras las pasadas elecciones de diciembre. Es triste observar que hemos votado a políticos sin talla política, a gobernantes sin espíritu de gobierno, a representantes sin conexión con sus representados y a ponentes sin discurso inteligente. Pero aún más triste es darse cuenta de que sería necesario un nuevo 15M y revalidar aquello de “indignaos y reaccionad”.

¿Se apunta?

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

 

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